Tierra de promisión y de bonanza
será, Miguel, la tierra que soñabas:
Dios vendría de nuevo
cargado de esperanza.
Al campesino enjuto y acerado,
sacrificado al fin, y acorralado
sin poder respirar su propia brisa,
le han de devolver su parva y su ganado
y la expropiada sonrisa.
Tú que viviste escaso en todo
y abundante en nada,
soñaste ser jardín de tu alborada
y dormir en paz
en tus noches de majada.
Se te quedó en los sueños
el alma desgastada.
No puedes ordeñar
la leche derramada
y añoras el cuerpo de tu esposa
que de campo florido
pasó a ser grama.
¡Ay, Miguel!, amante campesino,
en ti recuerdo:
Arado fuerte y masculino
que cuidarás la tierra
con mimo y con cariño
igual que aras y siembras
el surco femenino