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JOSÉ ALBALADEJO FERRANCO
(por Miguel Gallego Zapata)

(Cronista Oficial de San Javier)

    

     Cuando hace poco escribía sobre Antonio González, comentaba que cuando construyó las 151 viviendas del Barrio de la Paz le dio quebraderos de cabeza, pues como cada propietario sabía de antemano cual iba a ser la suya, quería vigilar a los albañiles que la construían. Aquello se resolvió fácilmente al nombrar vigilante a José Albaladejo Ferrando, que contaba con la confianza de todos los futuros propietarios. Pepe Albaladejo fue siempre un hombre serio y formal que en su vida profesional había ejercido como Vigilante del Servicio de Obras de la Academia General del Aire, donde dejó constancia de su profesionalidad y honradez, y eso que por allí pasaron infinidad de constructores y se realizaron obras de gran envergadura. Pero Pepe estuvo allí no solo para vigilar que todo se hiciera bien, sino que, muchas veces, hasta aconsejaba cómo había que hacerlo, pues era un hombre de gran experiencia y la ponía al servicio de todos. En este caso pasó lo mismo, y me consta que tanto los futuros propietarios como el constructor quedaron satisfechos, teniendo en cuenta por otra parte que aquellas eran unas viviendas más bien modestas, que se hicieron mediante unos préstamos de la Caja de Ahorros, entonces del Sureste de España, por quince años, en los que los diez primeros se pagaban 916 pesetas y los cinco restantes solo la mitad.

     Viví todo aquello muy de cerca, pues para llevar a cabo el proyecto y que no se encarecieran los terrenos había que reunir a 151 y no era fácil. Recuerdo a don Pedro Foncuberta y a Pepe Hernández buscando entre sus amigos militares para que se sumaran al proyecto, incluso yo recuerdo haber influido con mis amigos Antonio García Rabadán y José Soler Sarabia con el mismo objeto, y al final, como ocurre siempre, cuando solo quedaban cinco o seis viviendas por adjudicar había bofetadas por ellas. Después, vivir en el Barrio de la Paz fue todo un lujo, bien es verdad que sus propietarios realizaron mejoras importantes. Algunos herederos que tuvieron la suerte de que sus casas estuvieran mejor situadas, las han visto revalorizadas considerablemente. Nunca agradecerá bastante San Javier a la Constructora Benéfica del Sureste de España cuanto hizo para que aquella barriada fuera una realidad.

     El objeto de mi crónica es dejar constancia de cómo 151 personas se pueden poner de acuerdo para aceptar de buen grado a quien les había de representar y vivir ellos despreocupados, Pepe Albaladejo, que gozó de una confianza que supo ganarse a través de una vida ejemplar. También recuerdo haberle visto jugar en el San Javier C.de F. de medio derecha -cuando el dos, tres, cinco- y también muchos años de acomodador del cine de su primo Julio Albadalejo. Estaba casado con una excelente mujer, María Saura Martínez, también de mi afecto, hija de aquel Antonio Saura, que desde el transformador de la luz nos servía a todos con tanto agrado. ¡Gente buena que no me canso de ponderar!

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