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Mª Teresa Ibañez Benavente

COMETAS EN EL CIELO

(por Mª Teresa Ibáñez Benavente)


     He leído hace poco dos libros que me han gustado. Uno fue “Mil soles espléndidos”; el otro “Cometas en el cielo”. Los dos son de un afgano llamado Khaled Hassini, que a mi entender escribe muy bien. El primero nos habla de la amistad entre dos mujeres que tienen que soportar esas tradiciones y normas tan brutales para ellas en los países musulmanes. El segundo nos cuenta también la amistad de dos niños que se ve truncada por la decisión egoísta tomada por uno de ellos durante un concurso de cometas. Los dos nos narran el exilio y el ambiente de ese país, Afganistán, martirizado desde hace años por la guerra y el dominio de los talibanes.

 

     Son un poco tristes, pero son bonitos y hacen que no sintamos antipatía por todos los musulmanes, pues muchas veces son ellos mismos las víctimas de sus propias tradiciones.

 

     Estoy de acuerdo con los que dicen que debería prohibirse el burka. Nadie sabe si debajo de él hay una débil mujer o un kamikaze, pues hasta las manos las llevan cubiertas con guantes. Así las vi en El Cairo, tapadas desde la cabeza a los pies y a la altura de los ojos una rejilla. No sé cómo no se quedan bizcas, es como si fueran en una cárcel ambulante. Cuando son pequeñas les puede dar el sol y el viento en la cara y ver el cielo y todas las cosas hermosas sin obstáculos; deben de sentir mucha tristeza cuando les llega la hora de ocultarse bajo esos ropajes  negros como si ellas mismas fueran un pecado.

 

     Es verdad que aquí en occidente la mujer ha perdido casi del todo el pudor, pero en el punto medio está la virtud.

 

     Deberían adaptarse en lo posible al lugar en que viven. Nadie les pide que dejen su religión, sólo las cosas que pueden ser conflictivas. No se les dice que no guarden el Ramadán o que dejen de rezar a Alá las veces que quieran. He oído comentar que tampoco aquí se les prohíbe a las monjas llevar hábito, ¿acaso a las monjas no se les ve la cara?

 

     En Filipinas, en Semana Santa, hay gente que se crucifica literalmente, dudo que eso se permitiera en ningún otro país por muy cristiano que fuera, y es que el fanatismo es malo venga de donde venga.

 

     Cualquier mujer que va a un país musulmán procura vestirse con modestia para no llamar la atención ni las miren mal. He visto en la televisión a periodistas y mandatarias que cuando van allí se cubren con un pañuelo la cabeza. Cuando viene aquí alguna autoridad de ellos nos adaptamos a sus normas  y no les sirven alcohol en las comidas, ni cerdo o algo que tengan prohibido. Si vienen ellos nos adaptamos a ellos, si vamos nosotros, también. Cuando vienen a vivir entre nosotros deberían hacer un esfuerzo y no crear polémicas.

  

     La religión es una actitud interior que nos hace hacer el bien y ayudar a los demás y ser honestos con nosotros mismos y con nuestros semejantes. No es un montón de normas para fastidiar sobre todo a las mujeres.

  

     No tengo nada en contra los emigrantes, sean blancos o negros de América, del norte o del sur o del este de Europa. Los miro con admiración y con pena. Con pena porque es muy triste tener que dejar tu patria, tus costumbres y hasta a tus seres queridos, empujados por una guerra o por el hambre y la desesperanza. Con admiración, porque hay que ser valiente y decidido para hacerlo. Como seres humanos todos tienen la misma dignidad, y muchas veces más cultura y educación que las personas a las que están sirviendo.

  

     Como la cometa, quisiéramos ser libres y poder hacer lo que quisiéramos en cualquier lugar, pero, como a ella, nos lleva el viento, que son las circunstancias que nos rodean y nos sujeta el hilo, que es el respeto que debemos a los otros.

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