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CON AMOR Y PREVENCIÓN

(por Matías Mengual)

Matías Mengual


     Comenzaré con esta historia porque me parece deliciosa: En el libro titulado “Ser persona”, Leo Buscalia refiere una anécdota que, en parte, puede ilustrar el tema de hoy: Durante una sesión particular sobre el ansia de comunicarnos, entró un perro en el aula. Titubeante, se aproximó al grupo, moviendo alegre la cola por haber descubierto tanto amor potencial. Su necesidad, tal y como había esperado, fue satisfecha por cada uno de los estudiantes a los que se aproximó. Mientras recibía las caricias que anhelaba avanzaba al encuentro de todos los asistentes a los que se aproximó. La clase prosiguió sin interrupción, hasta que de repente una señorita gritó desde el final del grupo: —¡No puedo creerlo! Estaba sentada aquí, terriblemente sola, aguardando que alguien me viese o me tocase y todos han permanecido indiferentes a mis anhelos, y… entra un perro e, inmediatamente, todo el mundo lo acaricia—. Le respondió un joven del grupo: —Tal vez hemos actuado así porque el perro nos ha hecho saber que podía ser objeto de nuestro amor. Se acercó a nosotros moviendo la cola, invitándonos con los ojos. Cuando yo entré en el aula, me dio la impresión de que eras una persona fría y centrada en ti misma. No parecías necesitar nada, y menos que nada que yo te tocase. Podías haberte mostrado de otra forma—. Y, entonces, ella añadió: —¿Algo así?—, y se puso a cuatro patas, con ojos confiados, simulando menear la cola… Y la acariciaron todos.

     Cuando envejecemos, nos vemos forzados a movernos en ambientes, digamos, artificiales, para escapar de un mundo en que, al parecer, ya no somos ni útiles ni deseados, y buscamos un ambiente que nos asegure nuestra integración en el grupo (asociación, curso para mayores, viajes colectivos…). En ese tipo de ambiente, y más concretamente en asambleas, foros, viajes o eventos organizados por nuestra Asociación, sentimos esa alegría que va acompañada de la idea de una causa externa, como la que se produce ante los talentos o favores de otros. La alegría anuncia siempre que la vida ha triunfado. Y, según Spinoza, el amor deriva de la alegría.

     Orgulloso me siento al poder destacar en esta conmemoración la magnífica y desinteresada ayuda de la dirigencia, excelente grupo con capacidad organizativa que secunda al Presidente con satisfacción y con tal acierto que el ambiente que acostumbran dejar nos inclina a que nos atribuyamos nosotros mismos el mérito. Dicho queda así, de esta manera, porque sigo leyendo a Lao Tse, y en el Tao se elogia al dirigente que deja que la gente elija y siga su propia manera de vivir, su propia concepción de lo que es bueno. Su alegría es gratuidad, generosidad.

     Finalmente, mi mayor testimonio de amor es para la Caja. Sin la CAM no existiría Jubicam. Sin Jubicam, no existiría este Boletín, y yo no hubiera escrito todo esto. Todos tenemos derecho a manifestarnos, a ser escuchados y comprendidos. Pero, a menos que nos contentemos con soliloquios o escribiendo para uno mismo, únicamente sabremos quiénes somos si nos mostramos capaces de decir lo que pretendemos, que no siempre será prudente. Pensando en el porvenir de las Cajas, tal vez convendría definir una línea editorial ad hoc.

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