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Manuel Sánchez Monllor

EVOCACIONES
(por Manuel Sánchez Monllor)


        Los veinticinco años de Jubicam invitan a la celebración, a la evocación de acontecimientos vividos en la etapa laboral, al recuerdo de personas con las que compartimos aquel tiempo, a valorar la culminación de tan largo camino. Pero rememorar nuestro recorrido vital puede inundarnos el corazón de nostalgia y emociones. Tal vez sea necesario distanciarse y no caer en la tentación de pensar una y otra vez en lo acontecido, porque corremos el riesgo de que la memoria nos lleve a la paralización y a la claustrofóbica soledad de las emociones por cuanto podríamos celebrar o lamentar.
  
   

      En la juventud, cuando pensábamos en el porvenir, estaban la sencillez, la dicha y la inocencia; de ese tiempo y de otras etapas retenemos –puesto en valor- un aroma que permanece y nos envuelve: la visión de un paisaje junto a la esposa e hijos, el paseo por un lugar pleno de intensidad cuyo nombre ya no recordamos, el baño furtivo en horas lectivas, la felicidad responsable del rostro de la hija exponiendo su tesis doctoral, al director cuando nos comunicó la buena nueva, la sonrisa de un niño o la lágrima vista en el rostro del padre un día en que nos despedimos para largo tiempo en el andén de una estación…
 

      Quiero alejarme de la nostalgia y evocar imágenes ajenas a mí o que su relación con mi vida sea tangencial. Busco aquello que me predisponga a no renunciar -e impulsar a la vez- mi presente y futuro. La figura de Óscar Esplá, al que traté y a quien estudio y admiro, creo que es un buen ejemplo. Fue un luchador tenaz que en su avanzada edad no se refugió en la comodidad y mantuvo su idiosincrasia persistiendo en los valores que le caracterizaron. El ilustre compositor, musicólogo, crítico y excelente escritor, no se limitó nunca a si mismo en su proceso vital y creativo cuando todo le invitaba a ello, cuando contaba incluso con un gran reconocimiento internacional. Prefirió la actividad moderada a la jubilación inactiva, el desarrollo de iniciativas al de ocio sin compromiso. Por ello lo he elegido para adentrarme en el futuro desde la imagen que tengo de él en su finca “Ruaya” en el verano de 1967…
      

ÓSCAR ESPLÁ EN “RUAYA”

Las lecturas de Oscar Eplá     “Ruaya” fue para Esplá, sobre todo, lugar de intimidad y refugio de madurez, de interiorización espiritual cuando en él convergían la necesidad de reposo y de reflexión o de impulso creativo; por su aislamiento del entorno urbano se asemeja a otros lugares por él escogidos: “El Paraíso” que construyó según su ideal en las afueras de Alicante, la casa en la “Font del Molí” con vistas a la inmensidad del Valle, o “Villa Geusenback” en Heide, Bélgica. En todos los casos rodeadas de jardines o de espacios naturales o boscosos en los que pudiera lograr el anhelado aislamiento. En “Ruaya” defendía su intimidad, el reencuentro sensual y contemplación de la querida tierra natal, el entorno de la familia, la lectura y la composición.

     En torno a 1967 los días de descanso estival discurren allí serenamente para los Esplá Irizar: Cuando amanece, los primeros rayos del sol reposan sobre la azulada cúpula del Monasterio de la Santa Faz y reflexionan su luz hasta “Ruaya” donde Esplá, que lo contempla, al percibir el primer destello, vibra con emoción contenida. Aquel lugar es para él un punto de inicio y retorno, de principio y fin de una intensa y azarosa vida compartida con María Victoria de Irizar y Góngora desde que en 1929 contrajeran matrimonio en el templo de la Santa Faz.

     Un impulso reflejo le lleva a sentarse ante al teclado de su piano, pero María Victoria, le reclama y le acompaña en el frugal desayuno bajo los pinos centenarios de la terraza. El piano “Fischer” le espera cada mañana y sabe de creatividad musical, de las numerosas revisiones y correcciones que el maestro realiza en sus obras con afán perfeccionista, pero también de pulsaciones que acumulan experiencias y fatiga de una vida intensa, plena de acontecimientos, lucha e incertidumbres.

Oscar Esplá frente al piano     Tras el piano le espera la lectura diaria que realiza en su sencilla hamaca, bajo los pinos que le protegen del sol, que le reconcilia con el mundo y le sosiega en su madurez. Se adormece y por su mente discurren tiernas imágenes de goce familiar como las de “las tardes frías y oscuras de Bruselas cuando se acercaba al Bosque de Soignes, muy próximo a su casa, y escondía diminutos juguetes en los recovecos de las patudas hayas gigantes para que al día siguiente los encontraran sus hijos convencidos de que se los regalaban los enanos del bosque”... La empleada del hogar, protege el descanso del respetable octogenario, y espera hasta que éste retorna a la lectura: “Don Óscar, ha tenido tres llamadas, una de don Odón Alonso, otra del señor Absil y la tercera de Federico Gallo, de Televisión Española”. Su fiel y equilibradora esposa se acerca con la agenda de direcciones y teléfonos y anota “Odón 256.59.46”, “Absil-Bruxelles 33.29.69”; le entrega la partitura de la cantata “Llama de amor viva” –en la que Esplá trabaja  por  encargo del Ministerio de Información y Turismo para conmemorar el cuarto centenario de San Juan de la Cruz- de la que quiere hablarle el Director de Orquesta  y, como intuye para qué es la llamada de Televisión Española, le informa que Federico Gallo ha entrevistado anteriormente en “Ésta es su vida” a personas de profesiones dispares como Alberto Closas, Camilo José Cela, Joan Miró, Miguel Ligero, Imperio Argentina, Pinito del Oro, Salvador Dalí o Narciso Yepes. Al término de la mañana contesta en tercer lugar a Gallo, y tras los ruegos de aquel acepta participar como protagonista del programa, no sin lamentar para sí la ruptura de su sosiego.

     En el mes siguiente, el día y hora convenidos, Esplá llega puntual a los estudios de Televisión Española. El presentador abre el programa: “Buenas noches señores. La experiencia nos ha demostrado que en este mundo para llegar a destacar en cualquiera de las actividades a que puede dedicarse un hombre, se necesitan no solo unas cualidades específicas, sino también algo absolutamente imprescindible: vocación. Esta noche vamos a contarles la historia de un hombre... –y Gallo finaliza- Su vocación era la música. Y en ella triunfó. Es uno de los creadores del sinfonismo en España, y su nombre ha rebasado hace muchos años nuestras fronteras. En “Esta es su vida”, hoy, con nosotros, Óscar Esplá”. El regidor del estudio introduce al ilustre alicantino al plató, y ante las cámaras Federico Gallo le saluda: ¿Cómo está usted don Óscar? La inmediata respuesta del curtido y directo Esplá hizo que el presentador y productores del programa temieran por su desenlace: ¡Como quiere que esté después de esperar hora y media!

     Genio y figura. ¡Admirable Esplá!

Oscar Esplá y Triay -Alicante, 5 agosto 1886 / Madrid, 6 enero 1976- se mantuvo activo hasta el fin de sus días componiendo magníficas páginas musicales e impartiendo su magisterio.

Está enterrado en el alicantino Monasterio de la Santa Faz como había deseado.

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