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PENSIONISTAS.SIP
(por Toni Gil)

Con mi admiración y mi respeto para los que fundaron Jubicam,
y mi apoyo y mi estímulo para los colegas que hoy la dirigen.


     Es cierto: 25 años apenas es nada. Sin embargo, en ocasiones es casi una eternidad; sólo es cuestión de perspectiva, de proporciones, de intensidad…

 

     Para los eméritos que pusieron la primera piedra de la asociación de jubilados, de la que desde hace unos pocos años también soy miembro, aunque poco activo, ha debido ser toda una época. Febril, agobiante por momentos, laxa en ocasiones… en todo caso una oportunidad y un estímulo. Cabe aquí, en este punto que marca el primer cuarto de siglo de su existencia, reflexionar sobre el papel de las asociaciones de mayores y hacia dónde se encaminan. Con frecuencia se les acusa de ser sólo útiles para ser sedes del esparcimiento de los jubilados, desde los juegos de salón a los viajes con baile incluido. Raramente, sea cual fuere el origen de tal o cual asociación, de carácter profesional, sectorial, seudopolítico, geográfico…, se instalan en ellas objetivos de solidaridad, de mejora de la calidad de vida, de crecimiento cultural… y mucho menos de reivindicaciones sociales, del tratamiento de las pensiones o de reformas de la asistencia social. Por alguna razón, eso lo asumen los partidos, los sindicatos y hasta las asociaciones de vecinos, pero no las específicas de jubilados. Dan la impresión, a menudo, de estar paniaguadas por los poderes fácticos. Claro está: hay excepciones. Jubicam es una de ellas; está comprometida en muchos aspectos, y sin abandonar los lúdicos “ataca” de forma permanente y organizada otros muchos otros.

 

     Y entre éstos, cabe entrever la defensa del espíritu de las entidades de ahorro, empresas en las que los hoy pensionistas hemos desarrollado nuestra actividad laboral, con la creencia de que en ellas existía algo distinto que nos estimulaba a realizar esfuerzos de todo tipo. Constituidos en guardianes de su génesis y de su historia quizás ahora, en estos tiempos que avizoran cambios importantes, deban -debamos- preocuparnos por el futuro.

  

     Hoy día se conservan, acaso casualmente, tres códices mayas. Parece que la gran mayoría, atesorando siglos de historia y experiencias vitales de estos indígenas cultos, se destruyeron de forma sistemática: por un lado por ellos mismos, que no deseaban dejar información al enemigo y después por los propios españoles como la destrucción que se asegura haberse producido en Maní, año 1562, organizada por un tal Fray Diego de Landa.

   

     Aseguran los palafreneros del mundo financiero que la creación de los “sips” acabará con el alma de las Cajas de Ahorros. Y parecen regocijarse. Y nos amenazan los legisladores con despolitizar los órganos de gobierno…

 

     ¿Hemos de movernos? ¿Mejor estar a la expectativa?

  

     En Francia, sin ir mas lejos, los  sindicatos  de  pensionistas tienen una fuerza enorme, de presión, de gestión, de negociación…

  

     No seré yo quien abogue por la creación de otro tipo de “sip” (sindicato independiente de pensionistas), que no me atrae este tipo de actividad, pero quizás sea el momento de estudiar, en nuestro caso, la posibilidad de establecer puntos de encuentro con los jubilados de las otras tres Cajas (o cuatro, según se mire); de tratar de que éstas prevalezcan en su fondo y forma; de que persistan sus obras y sus objetivos sociales; de que… antes de que alguien piense en llevarlas a la pira del olvido, quemándolas cual códices mayas.

 

     No es menos cierto que cada tiempo requiere unas formas determinadas; y que es imprescindible adaptarse  en función de las necesidades y oportunidades de cada momento… pero creo que  cada uno de nosotros, como el “adn”, porta en su magín biológico “la información genética usada en el desarrollo y el funcionamiento de los organismos vivos conocidos… siendo el responsable de su transmisión hereditaria”.

  

     Alguna responsabilidad tendremos...

 

toni.gil@ono.com

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