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       LA DISTANCIA      
(por Ana Burgui)


     Después de salir de clase decidimos ir a tomar algo en aquel bar que se encontraba al final del parque, entre risas, críticas y bromas sobre el examen que acabábamos de hacer. Nos ponía de buen humor el comprobar que nos había salido bien, podíamos aprobar, eso se merecía una cerveza. Sentados alrededor de las mesas empezamos a investigar qué cosas podía hacer cada uno de los móviles que llevaba cada uno, y no sé por qué motivo la conversación fue derivando hasta llegar a un edificio de 21 planta que estaba cerca de allí, alguien se apostó con alguien una entrada para una película en el cine, si lo subía andando sin descansar, vamos, un escalón detrás de otro. Aceptaron y empezó el desafío. Rubén se dirigió al edificio y varios de nosotros le acompañamos, unos para ser testigos imparciales de su cumplimiento y otros como yo, por curiosidad. Alcanzamos la portería y empezamos a subir. La escalera, en cada piso, daba acceso a las viviendas a través de un pasillo que rodeaba el edificio, de manera que se podía ver el exterior constantemente, así nos íbamos asomando en distintos pisos y por distintas orientaciones. En una esquina se podían ver los juegos infantiles y a continuación un pequeño lago y el resto del parque en otra dirección, que digo yo: ¿Cómo se les ocurre poner un lago pequeño, aunque esté vallado, junto a unos juegos infantiles? Desde la otra esquina se veían las calles que se bifurcaban desde una rotonda, y por el trayecto que recorrían iban a tener mucho tráfico. Eso se veía muy bien desde esa altura. Seguimos subiendo, Rubén despacio y tranquilo iba superando escalones, su respiración era más pesada. Me apoyé en la barandilla que daba al parque, para descansar, veía los juegos infantiles y varios niños ocupándolos, columpios, toboganes, ruedas, etc…, me llamó la atención un niño con la chaqueta roja que al bajar del columpio se había caído, puesto en pie corrió, seguramente a buscar a su madre y contarle lo que le había ocurrido, pero en otra dirección. Yo desde la altura en que estaba podía ver como se alejaba del parque y de los bancos en dirección hacia la esquina de la rotonda; calles, tráfico, semáforos. Vi el peligro, pero en esa altura mi voz se perdería y no me oirían. Buscaba qué hacer, cuando en una esquina, medio tapado por los árboles, atisbé un coche de policía. Llevaba el móvil, qué hacer, no me daba tiempo a bajar, el niño se había acercado más a la rotonda y los coches la llenaban. Llamé al número de ayuda que todos conocemos, les expliqué la situación como pude y me entendieron. Me quedé mirando al coche de policía y volví corriendo a la otra esquina a mirar al niño que se había detenido en la baldosa y que no sabía por dónde ir, desconcertado y perdido miraba a su alrededor, entonces vi al coche de policía parar a su lado con la sirena puesta, se bajó un agente y le dio la mano. Respiré. Mucho después comprendí que la distancia me había permitido ver la escena completa y que, así mismo en la vida, poner distancia nos permite ver la escena completa. Otra cosa es resolverla.

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