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LA ROJA
(por Francisco L. Navarro Albert)

Se alzan al cielo las banderas,

atronan el aire trompetas y clarines.

Buscando el triunfo que se espera

canta el gentío y grita, con voz firme.

 

Once caballeros que la victoria se disputan

veloces acuden a las lides del combate

capturando, si la jugada es oportuna,

el esférico entre quiebros y regates.

 

Sufren mil acosos, patadas e improperios

mas, los de la roja son imperturbables.

Nada tiene la cosa de misteriosa

pues caballeros son, y respetables.

 

Hay en sus corazones un ansia de victoria.

Fieles en la respuesta al desafío

los once se lanzan en busca de la gloria

y en las gradas atronan las palmas del gentío.

 

Pasa el tiempo; la victoria se retrasa

como queriendo jugar con el destino.

Siguen en su lucha y pronto arrasan
marcando el qol que vence al enemigo.


     Finaliza de esta guisa la contienda

que la sal de las lágrimas sazona,

aflorando emociones contenidas

mientras, al que pierde, se abraza y se perdona.

 

Estallan en las calles explosiones de alegría;

en los balcones se agitan al aire las banderas.

En las calles y en las plazas, todo el día,

se celebra el triunfo y el fin de tanta espera.
   
     Se hace balance final de los triunfos conseguidos
gracias a la disciplina, el esfuerzo y el coraje,

al trabajo diario que nunca se ha temido

y se premia con la copa que se ofrece.

 

¡Campeones! ¡Campeones!

Vuestro papel, valientes, se ha cumplido.

Habéis levantado pasiones,

habéis en duras lides vencido.

Disfrutad del descanso, guerreros,
que bien lo habéis merecido.
  
  

 

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