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ERRORES Y GROSERIAS
(por Gaspar Pérez Albert)


     Nunca he sido experto ni siquiera entendido en cuestiones lingüísticas. Sin embargo, siempre que alguna frase o palabra me ha llamado la atención, me ha dado pie a la reflexión y a expresar mi extrañeza, como he dejado escrito en anteriores colaboraciones en este Boletín, ya sean de expresiones escuchadas por la calle o tal vez en medios de comunicación, audiovisuales sobre todo.

     Y en estos momentos, o mejor dicho, recientemente, escuché a un experto profesor en un programa de radio, en el que opinaba sobre el uso incorrecto de la palabra climatología por parte de un locutor que decía, anunciando un próximo evento deportivo, que esperaba que la climatología lo permitiera y no fuera obstáculo para el buen desarrollo de tal evento. Craso error, según el profesor, puesto que la climatología no impide ni propicia nada, sino que solo es la ciencia que estudia el tiempo atmosférico en general y no solo en un lugar y momento muy concretos y puntuales. Comparto absolutamente  tal opinión y considero que, siendo así, la frase correcta hubiera sido “espero que el tiempo lo permita”, por ejemplo, como se expresaba antes en los carteles anunciadores de las corridas de toros. Exactamente, se decía: “Con el permiso de la autoridad competente y si el tiempo no lo impide, se lidiarán…”.  El uso del lenguaje ha evolucionado mucho, sobre todo en las últimas décadas, pero no tanto como para confundir el tiempo con la ciencia que lo estudia sin caer en un claro error, aunque, tal vez, a fuerza de oír varias veces tal incorrección, para una mayoría pasará inadvertida.

     A los pocos días, y durante un buen período de tiempo, me llamó poderosamente la atención también un anuncio radiofónico, repetido varias veces al día, de un producto para reducir la grasa corporal de aquellos lugares donde se suele acumular, reduciendo, entre otras partes, las “papadas”, “pechos caídos”, “michelines”, etc. y -aquí viene el motivo de mi atención- “los pellejines colganderos”. Mi perplejidad fue grande al escucharlo. En un principio me pregunté que de dónde habrían sacado tal expresión. Se me ocurrió acudir al diccionario y pude comprobar, no sin algo de sorpresa, que, efectivamente, existían tales palabras. “Pellejines”, como fácilmente se adivina es un diminutivo en plural del sustantivo “pellejo” y “colganderos” es un adjetivo que significa “colgantes” y por lo tanto la expresión, al parecer, es bastante correcta desde el punto de vista lingüístico. Sin embargo lo que no me parece correcto ni apropiado es aplicar dichas palabras, cuando hablamos de una persona, puesto que por lo general el vocablo “pellejo”, se utiliza más bien al hablar de los animales, pero si además se habla  de  la piel  de  las  señoras, choca frontalmente con el buen gusto y pasa rozando, cuando menos, la grosería. A cualquier persona sensata y medianamente educada no se le ocurriría nunca emplear tal expresión. Pero como ya dije en otra ocasión, los publicitarios son capaces de inventar cualquier frase, por extraña que parezca, con tal de hacer atractivo el producto anunciado.

     Esto solo son dos pequeñas muestras más de la ligereza y frivolidad con que hoy en día utilizan algunos el lenguaje, sin tener para nada en cuenta la estética ni el buen gusto. Desgraciadamente, creo que cada vez son más los que, voluntaria o involuntariamente, desprestigian con estas expresiones, por no decir otra cosa peor, nuestra lengua, y pienso que con ello no se le hace ningún favor, sino todo lo contrario, a nuestro bello idioma. El idioma de Cervantes, nada más y nada menos.

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