Índice de Documentos > Boletines > Boletín Enero 2011
 

MI CASA
(por Ana Burgui)


     No es muy grande; al entrar enseguida la cocina, la salita, un pequeño pasillo, y las habitaciones y baños se reparten a ambos lados, el comedor al fondo. Fue un acierto pintar el pasillo de color amarillo, pálido y alegre, en lugar del color blanco que tenía, claro que eso fue unos años después de comprar la casa, al principio no había dinero para nada.

     Recuerdo la escalera, los trapos y los botes de pintura por en medio; los cartones cubriendo el suelo, la ropa manchada de pintura amarilla, los niños jugando con las brochas, la riña del “no toques eso” y “con las manos no” llenaban un domingo caluroso de verano. Esa pequeña muesca en la pared fue un golpe con la escalera.

     Veo en el marco de la puerta del baño por dentro, una pequeña marca y recuerdo cómo se medían sobre el metro impreso en un alegre dibujo de papel, disputándose la altura. Allí, en ese rincón, había una pequeña lamparita que al llegar la tarde-noche siempre estaba encendida dando luz a todo el pasillo.

     Las fotos son recuerdos visibles pero y ¿los invisibles? En aquella esquina del comedor tenía una mesa camilla, con fotos y adornos que mi hija cambiaba de lugar y ordenaba a su gusto, eso sí sin romper nada. Pero el cambio más sonado fue el del belén; veo el hueco, ahora con libros, donde poníamos la gruta con el nacimiento, los pastores y sus majestades los Reyes Magos; una navidad todos fueron sustituidos por los “clips” de Famobil. Aquellos pequeños muñecos con sus capas y sus espadas llenaron el belén. El Niño Jesús, jamás apareció, ¿se había ido al ver el panorama?

     Son tantas cosas las que ocurren dentro de una casa, las personas que vinieron, que estuvieron y pasaron, con su estancia breve o larga. El café con su cigarro de mi suegro y la riña de mi suegra: “no fumes”. Esa cocina conoce muchas cosas, se había convertido en casi el centro de la casa, al darle una habitación, era amplia y agradable y contenía el comedor de uso diario, el “todo” diario. Ella vio el primer traje de chaqueta con pajarita de mi hijo el mayor, la primera noche de fin de año que salió con amigos y amigas y la taza de tila que yo me tomaba al vigilar el horario en el que tenía que regresar, incumplido por cierto.

     El cuarto de baño vio el primer maquillaje que acompañaba a los disfraces, porque los vio crecer, la bañera los acogió cuando apenas habían aprendido a mantenerse sentados, luego los vio chapotear con un patito, luego las duchas y las risas y después ese momento en el que te dice tu hijo: “me quiero duchar yo solo, sin que estés tú”. Ya se había hecho mayor, no importa los años que tuviera, su pensamiento y su percepción ya era otra.

     Cada rincón un gesto, un hecho, unas palabras, un recuerdo ¿Y todo esto tengo que abandonarlo ahora?

Volver