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Mª Teresa Ibañez Benavente

ZAGALILLO DE BRONCE
(por Mª Teresa Ibáñez Benavente)


Zagal de mis amores

el de la piel dorada

déjame que me vaya contigo

a tu alta cabaña

y durante el camino

alegra la mañana,

desgrana melodías

con tu flauta encantada.

Cogeremos la fruta

cuando esté sazonada,

las bonitas cerezas

de aquellas ramas altas
y las rosadas fresas. 

Y juntos se marcharon

con las ovejas blancas

por el camino verde

hacia la azul montaña.

Vieron salir el sol

teñido de naranja

vieron salir la luna

cual perla anacarada

y se hicieron promesas

cuando llegaba el alba.

Y al pasar algún tiempo

cuando no lo esperaban

   llegó una niebla densa

que todo lo tapaba

y escondida entre ella

se marchó la zagala.

Quedó triste el zagal

pues le dolía el alma

y no miraba el sol

al nacer la mañana

ni miraba a la luna

pálida y escarchada

y no veía el valle

que a sus pies descansaba.

Sólo cerró los ojos

pues morir deseaba.

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