No me gustaría apagarme en el invierno
porque la tierra está muy húmeda
y las flores escatiman el saludo.
Quisiera despedirme en primavera,
cuando la vida se pelea por llegar
y los yermos campos pierden su timidez
para llenar toda su paleta de colores.
Aunque, si lo pienso detenidamente,
nada importa cuándo me marche
siempre que lo que deje atrás
esté limpio de rencores.