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       Los fármacos alivian a unos pocos y tienen riesgo
Un estudio revela la modesta eficacia de los fármacos contra la agresividad y las psicosis de los enfermos. Cuidadores y médicos los defienden ante la falta de alternativas, pero temen que los gobiernos utilicen los nuevos datos para desaconsejar su uso. Más de la mitad de los enfermos desarrolla trastornos de conducta, en ocasiones graves. Los expertos admiten que los antipsicóticos no son la panacea, pero sí lo mejor que tienen.
ISABEL PERANCHO
Raúl Arias
Raúl Arias

Los resultados de un estudio sobre los fármacos que se emplean para controlar las alucinaciones y la agresividad que desarrollan los pacientes con Alzheimer avanzado seguramente asestarán un duro golpe a los familiares que se hacen cargo de ellos y a los profesionales que les tratan. El ensayo concluye que los antipsicóticos atípicos sólo benefician a un pequeño grupo y a costa de efectos adversos. La mayoría los deja pasados unos meses por falta de eficacia o por que no los tolera. Estos productos están indicados para tratar la esquizofrenia y el trastorno bipolar, pero su uso se ha ido desplazando hacia los mayores con demencia y trastornos de conducta. El trabajo revela que no son la respuesta.

Desde hace dos años, Alicia Gómez, de 58 años, se entrega en cuerpo y alma al cuidado de su madre, Juana, de 89 y enferma de Alzheimer. Una labor que, pese a su experiencia previa como voluntaria en el cuidado de mayores, ha acabado desquiciándola. «Durante año y medio ha estado muy agresiva. Me insultaba durante horas, me arañaba, me pegaba, no dormía por la noche, no paraba de andar y de gritar... Ha sido un martirio», afirma.

La angustia y la ansiedad derivaron en una depresión, de la que se está reponiendo gracias a los antidepresivos y a la ayuda psicológica. Pero hay otra razón para que Alicia haya empezado a respirar más tranquila: el antipsicótico que administra cada día a su madre

Primero probó con una de las versiones modernas de estos fármacos, la olanzapina (Zyprexa), pero no surtió efecto. Con mucho esfuerzo, consiguió que el Servicio Vasco de Salud aceptara financiarle otro, la quetiapina (Seroquel). «Ha sido un alivio. Ha bajado mucho el tono», afirma la cuidadora guipuzcoana.

La experiencia de Alicia es similar a la de muchas de las 600.000 familias españolas que tienen a su cargo a un paciente con Alzheimer. Más de la mitad de los enfermos acaba desarrollando en algún momento trastornos de comportamiento graves: alucinaciones, ideas delirantes, vagabundeo, agresividad, agitación..., que ponen al límite la capacidad de sus cuidadores y constituyen la principal causa de ingreso en una residencia de mayores.

Hace unos años, los profesionales y los familiares creyeron haber encontrado, por fin, un remedio eficaz al problema. Apareció en el mercado una nueva generación de antipsicóticos (los citados olanzapina y quetiapina y otros como la risperidona), que parecían más seguros y eficaces que las versiones clásicas, como el haloperidol. Éstas se asociaban a efectos adversos en los pacientes mayores, motivo por el que no eran muy populares.

Rápidamente, se empezó a extender su uso entre los afectados de demencia con trastornos de conducta, un fenómeno que generó gran inquietud entre los gestores sanitarios de medio mundo. El precio de la nueva medicación era entre 40 y 100 veces superior al de la antigua.


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