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  LA VIDA TIENE MIL CARAS  
(por Ana Burgui)


            Se nos muestran, a veces varias, a lo largo de nuestro caminar, pero nunca sabemos ni siquiera el sentido que tienen.

  

            A ti, te mostró primero el rostro de la disidencia política en tu país y tuviste que emigrar con tu familia, esposa y dos hijos, dejando atrás padres y hermanos, para ponerte a salvo. Empezasteis aquí desde cero, buscar vivienda, colegios y trabajo. El trabajo conseguido fue escaso e intermitente, que derivó en la falta de dinero, las privaciones el desánimo y la desesperación.

   

            A ti, te mostró la cara de la enfermedad. Tenías 28 años, dos niños pequeños de 2 y 4 años cuando empezó todo. Un día, sin previo aviso te desplomaste, con tu conocimiento pero sin fuerza en tus piernas. Dio comienzo el peregrinar por distintos centros sanitarios, distintos médicos pero el mismo resultado, nada se puede hacer, no hay medicación, ni operación, ni mejoría. Desde tu silla de ruedas, con decisión, esfuerzo y muchas renuncias formaste parte de la familia. Ellos fueron creciendo y perfilando su vida y tú aceptando la tuya. Pero la vida se giró de nuevo, en un giro macabro y retorcido te mostró otra de sus caras. Perdiste a tu hijo con solo 17 años.

  

            A ti, en la opulencia de tu despacho, con la mesa llena de datos e informes, números y cotizaciones de bolsa, ordenadores conectados con distintas partes del mundo, entre todo ello se te cuela una imagen por el ventanal que se asoma al parque, miras a ese niño que se desliza por el tobogán, cada vez que baja levanta los brazos y echa la cabeza hacia atrás con una risa loca, te recuerda a tu nieto al que casi no conoces, por falta de tiempo, esa imagen te lleva a la decisión que tienes que tomar, cerrar una pequeña empresa, hombres y mujeres sin trabajo… ¿y los niños?

    

            A ti, que conseguiste el empleo soñado y a la mujer de tu vida el mismo día y conociste la felicidad plena.

   

            A ti, que en la alegría de un boleto premiado decidiste regalar a tu hijo el capricho de su vida, una moto y que se llevó su vida por delante.

   

            A ti que te pasó, que la vida se te cayó encima, en un instante perdiste a tu esposa y al bebé que crecía en su interior, mientras conducías no pudiste evitar a un coche que venía en sentido contrario.

  

            A cada cara hay que mirarla de frente y aprender a sostener su mirada; en el tiempo, en la desesperación o en la alegría. Eso es el equilibrio. ¿No?

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