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El prisionero

Rafael García Aroca  ____________________

 

 

 

 

Despertó como cada día desde que era consciente de su existencia, en la misma celda oscura en la que se hacinaba junto a diecinueve compañeros más que compartían igual  suerte; el caso es que no conocía ni recordaba haber vivido nada distinto, llegó a pensar que había nacido allí, y allí continuaría todos los días de su vida hasta que llegara su final fuera cual fuese.

     Para hacer más llevaderos los días, que transcurrían uno tras otro sin que nada ocurriera que diera un sentido a su vida, se dedicaba a imaginar; imaginaba historias sustentadas en las únicas señales que desde el exterior llegaban, ruidos y olores, murmullos de gente y aromas de incienso o chocolate;  de cuando en cuando un terremoto provocaba fuertes sacudidas que hacían temblar la habitación, para volver a continuación a la calma, al silencio y a los aromas, que persistían.

     Su fantasía preferida era la de salir de aquella esclavitud, llegaba un día en que se abría la puerta de su prisión y obtenía la libertad, era el primero en salir al exterior y contemplar una maravillosa naturaleza en un día de sol radiante. Daría cualquier cosa por que este sueño se hiciera realidad, pero ¿qué tenía para el hipotético trueque?, nada, entonces se desmoronaba en su mente la esperanza haciéndole volver a la realidad.

     Así transcurría la existencia oscura y monótona de los veinte desdichados, hasta que un día la sacudida se manifestó más fuerte que de costumbre, todos se tambalearon y no llegaron a caer al suelo dado el reducido tamaño del cuarto; estas mínimas proporciones de su morada les hacían permanecer uno junto a otro en una simbiosis de apoyo y calor con el resto de compañeros; no pasó mucho tiempo y el movimiento se hizo continuo… diferente, algo estaba cambiando.

     ¡Por fin su sueño se iba a hacer realidad! Se abrió una tronera situada en el techo de la estancia, y, teniendo presente su historia imaginaria y recurrente, no lo pensó dos veces. Se precipitó el primero hacia la salida, de inmediato sintió una mano firme que le ayudaba a salir y le impulsaba hacía arriba con inusitada rapidez, conforme adquiría altura la perspectiva le permitía ver el paisaje, ¡se dio cuenta de lo que ocurría! … en décimas de segundo divisó un campo de prisioneros y sus barracones identificados con leyendas como: Kent, Lucky, Philip…, y en cada barracón estancias como la suya. ¡De repente una luz cegadora!… ¿el sol que tanto anhelaba?, no, una antorcha que comenzaba a arder y que se le acercó tanto que le produjo graves quemaduras… poco a poco consumió todo su cuerpo y quedó reducido a cenizas y a humo con el mismo olor familiar que siempre había percibido, acabando así con su vida .

     Efectivamente,  se trataba de Lucky Strike, uno de esos cigarrillos clones que como tantos otros habían tenido una vida efímera y un cruel final. D.E.P.

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