En tu suave regazo
crecí ajena del mundo y su locura.
Me acunaba tu brazo
con inmensa ternura.
Al despertar en la callada aurora
tuve que alzar el vuelo de mi nido,
soltar el suave lazo
y volar lejos del seguro abrigo.
Acosada por el mundo y su ruido
no me dejé atrapar por el olvido
y en un rincón oculto,
de miedo estremecida
ajena a aquel tumulto,
pensé que soy como tú me has querido
y he de seguir pensando libremente
y conservar intacta
mi alma independiente.