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José Miguel Quiles
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"Les Oliveretes"
(Dedicado a Julia Arnao y Salvador Moreno)

José Miguel Quiles Guijarro ____________________

 

 

 

 

El 12 de Octubre de 1922 se inauguraba en Alicante el mercado central, después de siete años de obras,  siendo alcalde D. Antonio Bono Luque.  Este suelo había sido un descampado al que llamaban pomposamente la plaza de Balmes. La zona norte del nuevo mercado eran unos bancales de olivos que descendían en cascada desde la falda del castillo de San Fernando y que se conocía con el nombre de  “Les Oliveretes”. En los años 50, años de mi infancia y mi recuerdo, persistía en esta barriada un ambiente puramente galdosiano. Pasen y vean:

 

     En la calle Capitán Segarra había un corralón, que llamábamos la “posada”, donde abrevaban las caballerías que venían al mercado. La casa de arriba era un comercio de alfalfa para los conejos y la de abajo uno de venta de piensos. Junto a él, el “El Auxilio Social” (había escenas deprimentes de pobreza). Curiosamente en la misma manzana habían tres fábricas de gaseosas: Espumosos Fama, Santamaría y La Rosa Alicantina.  (Empezaba a dejar de usarse los sobrecitos blancos y azules del “Vesubio”).  En el barrio,  había una fábrica de hielo, una carbonería, un estanco, dos fontanerías, una carpintería,  un colchonero, dos relojeros y dos mercerías (“Se cogen puntos de media”). El centro de gravedad era la iglesia de los PP. Franciscanos. Y para los chavales los billares Ayuso y el Frente de Juventudes, donde se accedía con un saludo fascista y un enérgico  “¡arrriaespeiña!”. Íbamos a jugar al futbolín. (Esto fue antes la Escuela Modelo).

 

     En la Lonja de verduras (junto al mercado) se celebraban bailes los sábados, había un letrerito: “Caballeros 3 pesetas, señoritas por rigurosa invitación, soldados gratis”. Si mal no recuerdo allí ví yo cantar a Rafael Conde “El Titi” aquello de “Cuando la luna sale, sale de noche y un amante  espera en cada reja, luna, luna de España, cascabelera…”, nada más modoso que un caballero que pidiera un baile a una señorita: “Señorita me permite usted esta pieza”. En cosa de canciones había un único y rotundo artista: Antonio Molina.

  

     Había  siete bares,  a saber:  El bar-pensión Virginia, El Flor, El Serpis, El bar Juana, El Pelailla, el Bar Collado y la Bodega Andarias. Eran bares de serrín y huesos de oliva… pero habían dos realmente célebres: La pensión “Virginia” donde se alojaban los luchadores de lucha libre: Victorio Ochoa, Ochando, Catarecha… a veces algún torero (“El Caracol”)  y el Bar El Pelailla donde tomaban el aperitivo los jugadores del Hércules: Xirau, Mekarle, Armengol…

  

     Al anochecer un señor de bigotito  aparecía  con un palo largo,  subía la clavija del cuadro de la luz  y encendía las bombillas. A media tarde venía la bambera, una señora bajita, pelo blanco,  la cara rojiza, inolvidable aquel olor cálido y dulce de la toña y los suizos. Por la mañana venía el lechero primero con un tartana, y más tarde pasaba el basurero que daba un aldabonazo y solamente  gritaba:  “¿¡¡Hay!!?”. (se refería a si había basura). Algo no ha variado desde entonces,  es una pequeña horchatería en la calle Calderón de la Barca; la “Horchatería Azul”.  El tiempo no ha podido con ella y la horchata sigue siendo deliciosa.

 

     Siendo yo un niño, cierta mañana me dijo mi madre: “Jose ven, mira esto…” me llevó a la cocina, encima de la bancada de ladrillo estaba este artilugio, era un hornillo de petróleo, aquí os mando una foto. Marca “Practic” “patentado”. Siempre había alguien que decía: “¿Esto?... esto viene todo de Alemania…”.

  

     Dicen que la memoria es un colador que retiene los grumos y deja pasar el resto. Hay  pequeños sucesos (grumos) de la vida que se acomodan en un rincón de nuestro cerebro y nos acompañan siempre.

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