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Coleccionismol

Gaspar Pérez Albert ____________________

 

 

 

 

En esta fase de nuestra vida, en nuestra madurez, tras dejar atrás nuestra etapa laboral, como dije en otro comentario publicado en este mismo Boletín, cualquier actividad es recomendable para seguir sintiéndonos vivos y útiles a la sociedad que nos rodea. Cité entonces diversas actividades de escaso esfuerzo físico apropiadas para llenar nuestro tiempo libre de forma amena y agradable, mientras Dios decida mantenernos en este mundo sin gran merma de nuestros sentidos o capacidad física.

     Existen, no obstante, otras actividades no citadas, entre las cuales quiero destacar el coleccionismo como medio de distracción y aprovechamiento del tiempo, venciendo así el posible tedio que experimentamos cuando abandonamos las funciones de nuestra vida laboral. Hay muchas personas maduras y no tan maduras que ya practican esta afición. Y así coleccionan sellos, fotografías, ciertos escritos o documentos, maquetas, miniaturas de toda clase de efectos u objetos, etc. Cuidar, clasificar, ordenar y guardar estos objetos de colección predilectos supone para estas personas un acicate para pasar de forma agradable y positiva sus ratos de ocio. A mí, por ejemplo, me ocupa bastante tiempo clasificar y poner en orden algunas colecciones de pequeños objetos o miniaturas que heredé de mi esposa, aficionada a estos pequeños objetos, entre ellos unos tres mil dedales de todas clases y procedencias. Así que me reafirmo en lo de la utilidad del coleccionismo, con conocimiento de causa.

     Hace un tiempo, alguien de nuestra Asociación lanzó la idea e hizo un llamamiento a través de nuestro Boletín para que los socios que siguieran esta tradición de coleccionar, lo dieran a conocer para publicarlo en el citado Boletín, con datos y detalles, entre ellos, si era posible, fotografías. Yo no pude responder a esta llamada porque, como he dicho, mis colecciones están todavía en proceso de clasificación y ordenación, tarea que, probablemente, todavía me llevará bastante tiempo.

     Hubo quien al leer esta iniciativa, jocosamente, comentó que todos somos coleccionistas de años. Está claro que la idea y la labor no eran de su predilección, y aunque sea cierta su afirmación, ello no conlleva ningún esfuerzo ni mérito personal por parte del coleccionista, salvo la lógica “lucha” por mantenernos vivos el mayor tiempo posible.

     Hay quienes le buscan consecuencias negativas a esta costumbre tan respetable como otra cualquiera y piensan que si consideramos que hemos ido recogiendo cosas coleccionables durante toda nuestra vida, ello nos trae a la memoria lo mayores que somos y no nos gusta recrearnos en esa idea. Tampoco es agradable recordar el esfuerzo y sufrimiento que nos costó conseguir determinadas piezas de la colección y tal ingrato recuerdo es mejor olvidarlo. Argumentos absurdos de algunos pesimistas, por supuesto no amantes de esta actividad, que como reza un dicho conocido, “siempre ven el vaso medio vacío”.

     No debemos ni siquiera considerar tales circunstancias negativas. Al contrario. Debemos entender que la práctica del coleccionismo es sana, saludable, agradable, positiva y hasta divertida, y desde luego, produce abundantes satisfacciones, excepto si, dado nuestro grado de madurez, nos da por coleccionar achaques, claro.

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