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Manuel Gisbert Orozco

LA GUERRA DEL AGUA HA COMENZADO

     Los catalanes finalmente se están dando cuenta de que también viven a orillas del Mediterráneo, y los problemas, que durante años hemos sufrido los valencianos, y los que residen más al sur,  comienzan a sentirlos ellos. Y es que cuando el mal llega a Almansa a todos alcansa.

     Si Dios no lo remedia (en forma de lluvia), y parece que no esta por la labor, para el próximo mes de marzo Barcelona tendrá serios problemas de abastecimiento de agua.

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     El río Ter, que abastece esta capital y la ciudad de Gerona, baja con escaso caudal y la primera medida que piensan tomar  los responsables catalanes será la de cerrar las compuertas de los embalses para ahorrar agua, aunque esta acción perjudique a los regantes del bajo Ter que tendrán que abandonar sus cultivos.

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     El Gobierno catalán, muy previsor, ya tiene preparado un barco cisterna que será el encargado de que Barcelona no sufra sed. El problema radica en dónde recoger el agua. La primera opción era cargarlo en una desaladora instalada en la provincia de Almería. Pedirle agua al que hasta ahora se la has negado parece una desfachatez, pero algunos tienen cara para esto y para mucho más. Lógicamente los almerienses, por lo menos a nivel popular en escenas aparecidas en televisión, se han negado, y el comentario más correcto ha sido: “Si quieren agua, que se construyan una desaladora, que ellos también tienen mar”.

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     La segunda opción es extraerla del río Ródano, que pasa cerca de sus antiguas colonias francesas: El Rosellón y la Cerdaña, territorios que, por cierto, perdieron por lo menos en un par de ocasiones a través de su historia. La primera en el año 1463, cuando Luis XI de Francia se los arrebató a Juan II de Aragón. España, o Castilla si ustedes prefieren, las recuperó para Cataluña años después, y se volvieron a perder, esta vez definitivamente, en 1659 a raíz de la Paz de los Pirineos, principalmente por decisión de sus propios habitantes que prefirieron unirse a Francia porque: “Ya estaban hartos de que los catalanes les chupasen la sangre”. Esperemos que Sarkozy se muestre benévolo y les permita llenar los tanques.

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     Recientemente el Consell valenciano ha logrado un principio de acuerdo en Bruselas para que el comité de las Regiones de la Unión Europea apoye los trasvases interregionales como última opción; curiosamente el Gobierno balear se ha opuesto a esta decisión, seguramente después de ver el barco de los catalanes temen que vayan a saquear el preciado líquido que albergan las islas en sus entrañas. A los valencianos ni nos la piden. Sospechan, y no sin razón, que como dignos descendientes de los  Borja  se la daríamos “una miqueta” adulterada.

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     Aún les queda la opción de enviar el barco al polo norte y llenarlo de agua fresquita aprovechando el deshielo motivado por el cambio climático. Al regreso siempre pueden capturar y remolcar un iceberg para rentabilizar el viaje, pues en caso contrario no les saldría a cuenta.

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     Curiosamente la opción más sencilla, fácil y rentable, que no es otra que coger el agua del río Ebro que lo tienen a mano, no la contemplan por la que se podría montar si lo hicieran. El Gobierno catalán renunció en su día a un mini trasvase Ebro-Barcelona para no tener que consentir con el Plan Hidrológico Nacional que contemplaba el del  Ebro a Valencia, Murcia y Almería. Se opusieron, no por el temor a transferir también, junto al agua, el Dreissena polymorpha, que no es ningún microbio, sino un mejillón que campa a sus anchas por el Ebro y que se regocija haciendo la puñeta a los humanos obturando las cañerías y lo que se le ponga por delante a la mínima oportunidad que le den. Simplemente lo hicieron para fastidiar a los que llaman moros del sur y que no comulgan con sus ideas políticas a pesar de que, según dicen ellos o los que aquí los representan, compartimos la lengua, la cultura, y somos casi como primos hermanos. Aunque yo creo que nos consideran más “primos” que hermanos.

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     Mientras tanto nosotros, a verlas venir y con el pantano de Beniarrés lleno de agua. ¡Viva el cambio climático!

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