En San Valentín, una rosa
desde su tallo de espinas
te declaraba mi amor.
Limpio, de corazón,
mientras tus sueños dormías.
Y, en tus sueños, deshojabas
una margarita sencilla;
tan bella como la rosa
y, aunque sin fragancia, hermosa.
Su tallo, libre de espinas.
“Sí me quiere”, proclamabas.
“Yo le amo”, le decías.
Y en sus pétalos grababas
los besos de amor que me dabas
en los sueños que vivías.
A la rosa yo le dije,
porque temblaba de envidia,
que una flor es hermosa
aunque sea poca cosa.
Tan sólo importa que sirva.
Y la margarita me sirve,
pues a tus preguntas responde.
“Sí, te quiere”, te contesta
y así, en tu corazón sientes
que algo, muy dentro, se funde.
Es, que tu amor es el mío;
amor tan sencillo y posible
que me hace esperar tus abrazos,
expresar cuanto te amo,
aún sin palabras decirte
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