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¡¡ EL NENE... !!
Tengo muy mala química con los niños antes de que empiecen a hablar (Gabriel G. Márquez)
     (por José M. Quiles Guijarro)     

José Miguel Quiles

...... 

     Siempre he admirado a las personas que tienen gracia para hacerles mimos y cucamonas a los bebés, lo considero una facultad natural que obedece al instinto de cada uno. La naturaleza no me ha dotado a mí de esa capacidad de alborozo ante un pequeñín. A mí me hacen más gracia los niños de 3 añitos que te miran con malicia y te dicen: “tú… un capullo…”. A esa edad el niño es como un cuadro naif, carece de escuela pero tiene toda la fuerza de la sorpresa y de la fantasía. Puede hacer un ferrocarril con 4 espárragos.

 

    Angelita, mi hermana, apenas ve de lejos a una amistad con un bebé en brazos, se deja envolver por un arrebato de ternura, se le arrebolan las mejillas y se lanza hacia él con un irreprimible sentido maternal.

 

     -Oy por favooor… ¡que cosa más rica! Oy por Diooos- y los amigos lo depositan en sus brazos y entonces mi hermana le pone la yema del dedo índice en la barbita y entabla un diálogo con la criatura, empalagoso hasta decir basta -Oye… muy guapo tú…, sí señor, muy guapo el nene, el nene que es muy guapo ¿eh? ¿es guapo el nene?- Y a renglón seguido, mí hermana Angelita comienza una descripción fisonómica de los rasgos del bebé: Yo le veo todo el arco de los ojos y la nariz de su padre ¿verdad que sí? Y la barbilla y todo el óvalo de la cara, más bien de la parte de la madre… ¿no? –y le contestan casi a coro: “Todo el mundo lo dice”.

 

     Yo no sé cómo mi hermana (y todo el mundo) ven tantas cosas en la carita del bebé, hace falta echarle mucha imaginación. El bebé tiene un cañamón de nariz y el padre tiene un narigón de “aquí te espero” (en expresión castiza). Si alguna vez voy con mí hermana les digo a las amistades confidencialmente: “muy guapo el niño,  ya lo creo que sí…” y pongo cara de mucho entusiasmo.

 

     La otra tarde coincidí en el ascensor con la vecina del segundo que venía con una criatura haciendo pinitos y dada la situación, era correcto y obligado decirle algo a la criatura, allí no cabía hablar del tiempo, así que me revestí de cortesía social y con énfasis le dije:

 

     -¡Buenooo… que hombretón tienes aquí…! ¿Éste? Éste va a ser un chicarrón del norte, ya lo verás… - La vecina me lanzó una mirada fría entre la indiferencia y el desdén: -Es una nena.- me dijo.

 

     ¡Que corte! Una puñalada no me hubiera herido tanto como aquel desliz. Además dentro de un ascensor los pecados parecen mucho mayores, el ascensor es todo un tratado de psicología, en un caso así no sabe uno donde meter la cabeza, la cara del otro la tienes encima. Esperaba que al salir del ascensor la abuela presumiendo de nieta lista y graciosa, le levantara el bracito y le dijera “Dile adiós al señor… adiós ¿Cómo dices tú adiós? ¡adiós!” y que la niña hecha un cielo, moviera los deditos. Pero nada de eso,  abrió la puerta y con tono de sopa rancia me dijo: “¡Pues ya hemos llegado…!”

 

     A partir de ese día a los bebés y niños que no hablan, incluso a los animalitos pequeñitos y adorables de compañía,  sin distinciones les sonrío y les digo:

 

     -¡¡ Churriiii…!!- y así no me equivoco.

 

     Recuerdo a un compañero que sentía delirio por los bebés y cuando venía un bebé al mostrador (entones había mostrador) corría solícito:

......

     -Muy guapo el nene  ¡¡el neneeee…!! ¡qué ojos tiene más bonitos…! Y la mamá muy guapa también- y cuando volvía a su silla nos comentaba: “…me gustó más la morena pechugona que vino ayer”.      

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