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ANTONIO NAVARRO LÓPEZ
La marcha de un querido amigo....

(por Miguel Hortelano)

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     El 29 de enero de este año 2009 quedará grabado en la memoria de los familiares de Antonio Navarro López porque fue el día en que se marchó para siempre el patriarca familiar; y para nosotros, los que formamos la Asociación de Jubilados, significa que uno de nuestros compañeros, que fue miembro de nuestra Junta Directiva y tuvo una gran actividad en la Asociación, nos ha dejado para iniciar esa nueva vida que dicen que hay en ese otro mundo que no conocemos.

     En su juventud y durante mucho tiempo, Antonio formó parte del coro del Orfeón Alicante, que patrocinaba la Caja de Ahorros del Sureste de España, y en esa formación destacaba la esposa de Antonio, Maruja Carbonell, soprano poseedora de una voz dulce, envolvente y de ricos matices musicales. Trabajaba Antonio en la imprenta Gráficas Gutemberg como maquinista y allí manejaba y dirigía la impresión por el sistema offset, en una máquina grande en la que se obtenían ilustraciones en color de una gran calidad. Y esas cualidades profesionales le valieron para entrar en la Caja de Ahorros del Sureste de España el 1de abril de 1965, en el edificio central de la calle San Fernando, siendo destinado en la Sección de Impresos, que dependía de la Secretaría Técnica, para cumplimentar pedidos de las oficinas e imprimir diversos documentos internos, especialmente las circulares, en la multicopista de la Entidad. Acostumbrado Antonio a trabajar con papeles de tamaño 70x100 centímetros, manejar la multicopista, con hojas de tamaño folio DIN de 21 x 29,7 era para él juego de niños.

     Por aquel entonces la Caja tenía, desde 1961, un pequeño taller de encuadernación con una guillotina manual, una máquina de imprimir Boston, también de manejo manual, y una máquina de coser y un telar, que era todo lo necesario para encuadernar los documentos más importantes de la Caja y evitar así que esos datos confidenciales salieran al exterior.

 

     En 1966 la Caja, para asegurar el suministro a sus oficinas de los impresos necesarios para su normal funcionamiento, decidió crear una pequeña imprenta, adquiriendo una máquina de imprimir por el sistema offset, de tamaño folio, un laboratorio para el revelado de planchas y una guillotina eléctrica, montándose todo en un local que se construyó en la terraza del edificio de la calle San Fernando, al lado del almacén. Desde el primer momento la Caja asignó el manejo de la nueva máquina a Antonio Navarro, aprovechando los conocimientos y experiencia que él tenía, convirtiéndose así en uno de los fundadores del Servicio de Impresos.

 

     Como primer objetivo de este nuevo Servicio se decidió que se imprimiera allí la Memoria de la Constructora Benéfica y también la de la Caja correspondientes al ejercicio de 1965. Para una imprenta tan pequeña el objetivo era un reto muy importante porque las dos memorias llevaban muchas fotografías en color pero recuerdo que Antonio disfrutó muchísimo imprimiendo esas páginas, y mucho más cuando, acabados los libros, se comprobó que eran muy superiores en la presentación, calidad y acabado a las Memorias realizadas en años anteriores en otras imprentas. Con el tiempo, el Servicio de Impresos cambió dos veces de local, ampliándose con más maquinaria moderna y con nuevos empleados, pero Antonio siempre se mantuvo al frente del equipo porque además de su gran capacidad y conocimientos profesionales era poseedor de una gran calidad humana.

 

     Una vez jubilado Antonio, pronto pasó a colaborar con nuestra Asociación. Aquí, junto a su hermano Enrique, que ingresó en el Servicio de Impresos el 1 de septiembre de 1966 y que hasta su jubilación se encargó, con gran eficacia, de todo lo que giraba en torno a la encuadernación de documentos de la Caja, que dominaba con artística maestría, los dos se impusieron la obligación de llevar al Servicio de Impresos de la Caja en Babel, para su ejecución, el Boletín y todos los impresos y circulares que hicieran falta para el buen desenvolvimiento de la Asociación, colaborando también en su concepción para adelantar en lo posible su entrega.

 

     Yo había trabajado cuatro años con Antonio Navarro en Gráficas Gutemberg, y luego, en la Caja, desde su ingreso hasta su jubilación en 1991. Puede decirse que pasamos “toda una vida” juntos y nos teníamos gran afecto. Claro que, en tantos años, hubo también discrepancias, pero nunca enfrentamientos. Con Antonio era imposible. Se pasaba de buena persona.

 

     Su precaria salud nos privó de su inestimable ayuda durante los dos últimos años, pero nos queda el grato recuerdo de los buenos momentos pasados con él. A su esposa Maruja, a su hijo José Enrique y a sus nietos les reiteramos, desde la Asociación, nuestro cariño por Antonio y nuestro pesar por su marcha.

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