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Gaspar Llorca Sellés

PALABRAS CAIDAS
(por Gaspar Llorca Sellés)

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     Sol que penetra a través de los cristales y se encama en libro abierto que yace sobre suelo de roble. Una tenue corriente de aire juega con sus páginas, se mueven y levantan, decaen y se reaniman de nuevo y llegan hasta doblar, y en ellas miles de grafos que se turnan en militar desfile. En ese juego, la lectura, su definición, es difícil. Sigue el sol hospedado en  la estancia, y el diccionario es abanicado más y más. El tiempo sufre un lapso y del colmenar vocero salta el verbo escrito y con su figura cuneiforme, una de esas palabras cae y se destroza, es un jeroglífico, convulsiva intenta recomponerse y con latidos, suspiros y lamentos, queda en decúbito supino. La brisa sigue pasando papel, y al aire nueva palabra, que, como su sanguínea anterior, aterriza con sus miembros grafológicos descompuestos que al final el consciente vocablo pone en orden.  Un portazo, un golpe fuerte de viento cierra las tapas y en el estruendo se escapa otra palabra que vuela buscando campo y a la señal de las anteriores, aterriza a su lado.

 

     El sol declina, los rayos huyen dejando el resplandor, que va siendo absorbido por sombras de atardecer que van colmando el recinto. Una línea de luz asoma por debajo de la puerta de la biblioteca. El quinqué esparce su familiar alumbrado por rincones y zonas. Irrumpe una movilidad, es el lector, y si hay lector hay resurrección, aunque las palabras descansan, nunca mueren, resucitan y son como manantial de agua donde abrevan los hombres. Y son expresadas, se crean nuevas, y su sonido y signo son representadas en miles de sonidos, y escritas, su existencia inagotable, y todas ellas, o casi todas, son guardadas y registradas en los diccionarios de cada idioma.

 

     En área visible, las tres prófugas se leen mutuamente, y queriendo saber más de cada una, se lanzan a biografiarse con ayuda de otras palabras de las que en más o menos conocen su significando aunque no su historia. Se presentan mutuamente, la primera se dice: NAVEGAR, PASEAR la segunda, y VOLAR la tercera.

 

     Las tres en infinitivo, por lo tanto progenitoras, raíces, orígenes.

 

    NAVEGAR empieza con el siguiente diálogo: Soy una palabra ancestral y muy importante. Con solo pronunciarme lleno de fantasías los pensamientos, de romanticismo y de aventuras. Mi primogénito “Navegante” llena de admiración a otros vocablos, igual sirve para el que surca los mares que para el que lo hace desde la mente. Y ahora sin alas les llaman a los internautas. Navegantes y nautas, todo de nao, nave, mares, palabras mías, de mi familia, que pronuncian los del mar: proa, popa, babor, estribor, barlovento, sotavento, y los vientos alisios, la rosa de los vientos, horizontes, azules, estelas, quillas, babor y estribor. Y ese lenguaje del pescador, echar fondo, levar ancla. Y románticas: corsario, pirata, la luna, nubes que hablan, sirenas que cantan, supersticiones, monstruos, dioses. Todo, todo visto por mi mimo. Navegar.

 

     - Te estás autosugestionando, aunque es verdad que tú dices eso y mucho más, pero si seguimos por el sendero que marcas, déjanos a nosotras que también soñemos- dice la segunda.

 

     - No todas las que nombras salen de tus raíces- comenta la tercera.

 

     - ¡Sí, señoras! Pero no me negaréis que sin navegante no hay barco, ni mar, El mar estaba, pero tuvo que esperar al navegante para ser mar. Navegante crea múltiples palabras que derivan de la raíz nao y la nave aportó esas palabras marineras que tan bien suenan, y casi extrañas a oído de las compañeras de tierra adentro. Y el mar cobra vida y se enriquece de mí: sus monstruos, sus sirenas, sus leyendas, hasta reyes, miedos y creencias, supersticiones. De mi sangre se crean misterios, colores y horizontes que no son. Mar y cielo se conjugan, el pescador es navegante, el navegante es pescador y conoce el marces y sabe de sus habitantes. Y lee en las nubes.

 

     - Yo soy el CAMINAR-, clama la segúnda - ahora que hay luz fabricada, leedme bien: Caminar, y de ella “Caminante”, ¡cuánta poesía tiene esta mi hija! ¡cuánto ensueño y escape del espíritu! Y en cuanto a tu ristra de derivados, puedo decirte que tengo miles: ¿te gusta vereda? ¿sendero, cañada, calzada, vía? Todas son mi nombre, y las antiguas como el camino de Santiago, y las modernas: pista, autopista, carretera, desvío, autovía. Sin mí, Camino, no existiría el mundo, fui la primera comunicación de los  pueblos. Uní a los hombres y fomenté la cultura, la unión y también las guerras. Pero el camino virtual, el camino del alma, también lo defino ya ¡pobre de espíritu quien no encuentra su camino! Alguien ha dicho que el camino se hace al andar. Caminemos por la senda del bien y las malas palabras encontrarán su camino. Andemos juntos por el camino. En algún recodo del mismo me espera el amor, me espera la dicha, andaré miles de veces por ese sendero hasta que lo encuentre. No temeré a los bandoleros, a los asaltantes de caminos, todo ello le ha pasado al romántico, el miedo está en el sedentario; el vicio y el rencor eran virtudes que no hicieron camino; hay que levantarse y andar y ofrecer y recibir nuevas, enriquecerse con las bondades que encuentras; nunca pares, anda y anda, vive las vidas de los otros, la que dejaron los que se fueron.

 

     - Bueno ya está bien, dejadme algo para mí, si no me vuelvo a mi sitio en el diccionario, mi primera letra es la Uve, así que me sitúo por las últimas páginas.

 

     - Perdónanos, hemos sido unas desconsideradas, somos todo oídos.

 

     - Soy verbo como vosotras, VOLAR. Pocos símiles tengo, mi abolengo no lo permite. Mi significado lo completa todo. Siguiendo vuestra filosofía, mi primogénito es “Volante”, o volátil. Fijaos que únicamente los alados poseen esa gracia, y en sentido metafórico los espíritus y el pensamiento que vuelan lejos en eternos viajes y nos traen ilusiones y muchas veces paz y bienestar. Romántico también es el vuelo del águila o el revoloteo de las mariposas. Recordad que una paloma es el símbolo de la Paz. Pero las ciencias avanzan una barbaridad, y ahí tenéis al hombre que navega, camina y vuela sirviéndose de la industria. Por su propia persona hay que remontarse a los albores de los tiempos, en los que había un límite: nadar, caminar y levitar.

 

     Volvamos a nuestro hogar, y dispongámonos a habitar entre los nuestros. Somos viejas y vulgares, nuestro significado satisfará alguna búsqueda joven. Vamos, que las frases nos necesitan, y según donde se dirija la intención actuaremos con más o menos asiduidad. Nos veremos en los nuevos escritos y nos darán vida los lectores de los clásicos y los estudiosos. Y un viva por ¡MAR, TIERRA Y AIRE!

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