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Demetrio Mallebrera Verdú

A corazón abierto
(por Demetrio Mallebrera Verdú) 

EL QUE NO CREE EN LOS VALORES TRASCENDENTES ACABA HACIENDO TRASCENDENTALES TONTERÍAS

  

     Esta frase, que hace un interesante y muy actual análisis de la situación que todos vivimos, pese a ser larga para usarse como titular (pido perdón por este exceso de confianza), no podía dejarse amputada porque, en realidad, es trascendente. Y más aún cuando la dice el Director del Instituto de Estudios Bursátiles, institución que acaba de cumplir veinte años, que no son muchos, pero que nació para dar respuesta a una necesidad no cubierta hasta 1989 (lanzando desde un principio nada menos que un Master en Bolsa y Mercados Financieros en España) sobre lo que iba a ser tan importante en esos años y en los venideros, y para los que era necesario tener unos conocimientos mínimos con los que poder explicar a la gente que se sentía tentada de invertir en valores (el dinero que al principio se tiene, pero luego ya no se ve ni se sabe por donde para), ni qué razones hay para que ahora valgan más y mañana menos, o al revés; y por qué unas acciones son agresivas o defensivas como en la guerra, liberales o atrevidas como en la misma vida, o progresistas o conservadoras como en política, tangenciales, estructurales, de futuros, jugar a la baja, y un etcétera tan largo que a día de hoy necesitaría mucho más papel que el que generosamente nos ceden. Pero no se me pierda usted, la frase la dice Álvaro Martínez-Echevarría, el entrevistado, añadiendo a continuación: “Ahí tenemos a Madoff. Deberíamos preguntarnos: ¿qué llevó a este hombre a hacer lo que hizo?”.

 

     Me parece que el hombre se dio cuenta de haber hecho algo mal y pidió perdón a “todo el mundo” (dadas las repercusiones de sus fechorías). Porque este es el meollo de la cuestión. ¿Para qué queremos tantos dirigentes si luego mandan los asesores financieros que aprendieron dejándose los ojos en internet para ver todas las bolsas del mundo mundial? El director del IEB es muy cauto cuando dice que la formación es clave para evitar nuevas crisis y que lo más importante es el fomento de los valores morales (estos valores no es que sean medioambientales, que los hay, sino del fondo de las personas y no de las carteras). Hace falta un rigor técnico, dice, pero también un rigor humano. Creo que todos coincidimos con él cuando dice que hay que estar muy encima de los problemas (que es la crisis actual) si no queremos que sean los problemas los que acaben haciéndose dueños de un mercado que está en continua evolución y que necesita respuestas. Y los problemas han estado (y siguen estando) en que hay gente que se pasa de conocimientos financieros y no llega (o no tiene) conocimientos ni sensibilidades morales. La desconfianza se ha apoderado de los mercados (todos) y ya no nos acercamos a hacer la compra sin tener bien claro antes que debemos perder el tiempo comparando precios y calidades; las comodidades del carrito de la compra con ruedecitas y sillita para el bebé, que luego se vuelcan en el coche, ya no son formas. Creo que se me entiende.

 

     La crisis, en este delicado terreno del dinero real y del volátil, está haciéndolo pasar muy mal a empleados y especialmente a directores de oficinas de entidades financieras. Porque la gente los considera sus defensores a ultranza, aguerridos y armados para cualquier batalla hasta los dientes. No nos olvidemos que, encima, a esto le llaman cartera de valores y ya se sabe el dicho de lo cercano al corazón que el español lleva su cartera. Lo que está claro es que ahora, además de ponernos en su lugar cuando las pasan canutas (que para eso son, además, amigos y consejeros que nos resuelven muchas papeletas) hay que animarlos a que se apliquen como jabatos a dar la cara a los clientes dándoles pelos y señales de lo que le pasa a mi cuenta y de lo que le pasa a la entidad de enfrente, incluso habrá que explicarles eso de las desorbitadas retribuciones blindadas de los jefazos mientras no se crean nuevos puestos o se deja que se destruyan. Para eso hay que estar, quizás, más preparados que en otras épocas y, sin dejar de contar el chiste del día y hacer la sonrisa a todo el mundo, saber explicarles cómo evolucionan los tipos de interés y cómo saber sacar buen provecho de las promociones (que para eso se hacen). La economía es algo muy abstracto y pendular, basada en el riesgo, la confianza y valores añadidos que ambas partes olvidan con frecuencia: fidelidad y ética.

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