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EL MUNDO DE LOS TOROS
(por Roberto Hernández Vidal)

  

     Un buen aficionado es aquél que sabe valorar al torero en función del toro que tiene delante (y que conste que no pretendo dar clases de tauromaquia con este artículo sino aportar lo que –desde mi punto de vista como aficionado– interpreto debe ser la lidia del toro bravo).

 

     Digo “aficionado” porque entender de toros creo que no entiende nadie. Me explicaré: quien mejor conoce al toro es el ganadero que sabe de su ascendencia, le ha visto nacer y crecer en el campo; ha observado su comportamiento, la agresividad hacia sus hermanos. Pues bien, si antes de una corrida le preguntamos al ganadero qué piensa del toro que se va a lidiar en determinado momento, probablemente “no se mojará”; dirá (p.e.) que es corto de cuello, que está en el tipo, que posiblemente  dará buen juego.

 

Rafael Gómez Ortega "El Gallo"    Y es que ese  pronóstico dependerá muchas veces de la lidia que el torero y su cuadrilla realicen. Es decir, desde su salida al ruedo, cada capotazo del torero o del subalterno se estudiará para averiguar qué pitón es el mejor, si el derecho, el izquierdo, los dos o ninguno.

 

     Luego, como se dice en términos taurinos, “medirlo” en el caballo, si con un puyazo es  suficiente castigo o, por el contrario, necesita más.

 

     El tercio de banderillas dependerá de si lo realiza el torero para lucirse o si delega en su cuadrilla. En cualquier caso, lo correcto es no dilatarlo para que el toro llegue lo más entero posible al último tercio.

 

     Llegado este momento, cuando te percatas de que en una corrida no hay nada matemático, se verá que el toro ha cambiado durante la lidia. Se acobardará por el castigo recibido o, por el contrario, “se vendrá arriba”; es entonces cuando el torero decide el tipo de lidia que cree conveniente. Con el riesgo que entraña esta profesión no debe dudar ante el toro, ya que éste aprende y, en definitiva, este último tercio debe ser el de mayor lucimiento del torero sin olvidar su objetivo, que es preparar al animal para el lance final.

 

     Dicho esto, entiendo que un buen torero es aquél que sabe dar al toro, en cada momento, la lidia que corresponde.

 

     Como anécdota, se cuenta de Rafael “El Gallo” que, cuando se dirigía con su cuadrilla por las calles de Madrid a la plaza de toros, un gato se cruzó delante del coche de caballos. “El Gallo”, supersticioso, se negó a matar al primer toro y de nada valieron las súplicas de sus amigos, cuadrilla y apoderado, quienes le decían que lo matara como fuera porque estaba alterando el orden público y el ruedo se estaba llenando de almohadillas, botellas… “El Gallo”, dirigiéndose a su cuadrilla les dijo: “quillos”, no pasa “na”, esta bronca durará cinco minutos, pero una “corná” durará un mes.

 

     Por supuesto, fue arrestado por alterar el orden público, pero así era “El Gallo” 

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