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AMANECE

(por Ana Burgui)

 

     Se despereza el día muy despacio y el cielo cambia de color, pasa del negro al gris, y poco a poco se convierte en un blanquecino azul, primero tenue y después brillante. Se han disipado las brumas somnolientas que cubrían el cielo y, como desperezándose, las flores abren sus pétalos, las aves extienden sus alas y surcan el cielo, el caminante ya recorre el sendero.  Para entonces el día ha asomado su cara entre las nubes y ha salido el sol. En Etiopía, Abdul, con sus 13 años, empuja la carreta  que cargada de paja apenas pueden mover dos bueyes flacos y viejos; a lo lejos ve a Amina que con su cántaro a cuestas andará varios kilómetros en busca de agua, hoy tampoco han ido al colegio. Un pescador entreabre los ojos cegados de luz y se pregunta si la captura que lleva en su bodega le permitirá pagar la casa, la comida y el colegio de sus hijos. Su mujer no podrá operarse ahora. Hay una niña que sentada en el balcón al sol, se entretiene jugando con el móvil y se le escapa una sonrisa mientras se rasca la cabeza que la quimioterapia esta dejando libre de pelo. Abajo en la calle, al ponerse el semáforo en verde un coche sale a toda velocidad intentando ganarle segundos al tiempo, para llegar a firmar la venta de la herencia de sus padres que le va a dar la ganancia de varios millones de euros, se comprará un yate, rebosa felicidad. El día se desliza. En el primer turno del servicio de autobuses, en Nueva York, Lewis acaba de perder el control del autobús que conduce y que al chocar contra un comercio se hace añicos la luna de cristal contra su cara, le duelen los ojos, un pasajero le dice que lleva cristales en la cara, pero él no ve. En Sydney ya son las 4 de la madrugada; en urgencias de un hospital un hombre se debate entre la vida y la muerte en la mesa de un quirófano, después de ser atropellado por un conductor borracho; su mujer Emily llora en la sala de espera. El día sigue caminando acostando y levantando gente, parece como si arrastrara los pies, en sus manos abiertas descansa el tiempo, sus ojos están llenos del pasado pero su sonrisa es el futuro. Se despereza el día muy despacio, asoma su cara entre las nubes y ha salido el sol. Aunque eso lo hace constantemente.

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