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"LOS TOROS"
QUÉ TIEMPOS AQUELLOS
(por Roberto Hernández Vidal)

  

     Por los años 1952-1954 empezaron a despuntar en el mundo de los toros dos chavales de Alicante: uno del barrio de Santa Cruz, “El Tino”, y el otro de San Blas, “Pacorro”.

 

     En aquella época no existían tantas distracciones para los críos como hay ahora. A la salida del colegio jugábamos al fútbol con una pelota de trapo marcando la portería con dos libros (dos tomos de la enciclopedia Dalmau) o jugábamos a los toros en plena calle. Esto último era producto de lo que se comentaba en todo Alicante: se despertó tal pasión que todos queríamos emular las hazañas de estos nuevos ídolos.

 

     Esta pasión, unida a la penuria de aquellos tiempos, llevaba en algunas ocasiones al que suscribe, acompañado a menudo de su buen amigo Baldomero Ramos, a asistir al sorteo de los toros que se celebraba los días de corrida a las 12 de mediodía. Íbamos provistos de unos buenos bocadillos, de anchoas o de atún, preparados por la señora Milagros, mi madre. Al finalizar el sorteo de los toros, el señor Oliver, conserje de la plaza y padre de mi buen amigo Juan Oliver, se situaba en el centro de la plaza y decía a voz en grito: “Tot el mon fora que vaig a tancar”. Nosotros nos escondíamos en la segúnda andanada de sol, detrás del reloj. Sobre las dos de la tarde dábamos cuenta de nuestra suculenta comida y esperábamos a que se disparara la cañita voladora anunciando que se abrían las puertas de la plaza, creo recordar que dos horas antes de dar comienzo el espectáculo, y ese era el momento que esperábamos para acomodarnos en “nuestras respectivas localidades”.

 

     No puedo olvidar aquella tarde en que resultaron heridos los tres espadas y se pudieron lidiar solamente cuatro novillos. Era el día 24 de julio de 1955. El cartel reunía a los diestros El Tino, Pacorro y Antoñito Vera, para lidiar novillos de don José Tomás.

 

     Aquel día, después de aguantar en la cola para sacar la entrada durante más de una hora, observé que el precio era más caro que en la anterior novillada con el mismo cartel, que se había celebrado el 17 del mismo mes (creo recordar que 3 pesetas más). No había tiempo que perder y salí corriendo hacia casa de mis padres para pedir las tres pesetas que me faltaban. Mala cara la de mi padre pero accedió a dármelas. Corrí de nuevo a la cola, compré la entrada y cuando me disponía a sentarme en mi localidad resultó cogido “El Tino”; Pacorro tuvo que rematar el novillo. El segundo de la tarde envió a la enfermería a Pacorro al entrar a matar. El tercero lo lidió como pudo Antoñito Vera, y mientras lidiaba el cuarto, sufrió un revolcón, al parecer sin importancia, pero el diestro, pensando quizás en lo que quedaba en los chiqueros, no se levantó de la arena, pasó a la enfermería y se terminó el espectáculo. En resumen, en menos de una hora camino de casa para llegar a tiempo de la merienda: un suculento boniato al horno que comíamos protegido con papel de periódico para evitar quemarnos.

 

     Éramos felices porque no conocíamos otras cosas.

 

     ¡Qué tiempos aquellos, no se hablaba de crisis aunque existiera!

   

ANECDOTARIO TAURINO

Se paseaban por el Paseo de Colón en Sevilla el matador de toros Curro Romero y su mozo de espadas. Al llegar a la altura de la Real Maestranza, el mozo le dice a Curro Romero: “Curro, mira tu plaza”. Y Curro contestó: “No, quillo, es mi banco”.

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