Juntos plantamos un árbol
en un hoyo que cavé
y que, primero, abonamos
con amoroso cuidado,
aún sin saber por qué.
Juntos vimos que crecía
y, juntos, podamos sus ramas,
como juntos lo cuidamos
enredando en nuestras manos
cuantas ramas estorbaban.
Y, cuando un día grabamos
un corazón y dos nombres,
aún hiriendo su corteza
con la natural torpeza
de escultor aficionado,
juntos nos dimos un beso,
juntos unimos las manos,
juntos gozamos su sombra
como juntos nos amamos.
Y juntos, también muy juntos
y en la noche, suspirando,
sentimos - no sin razón -
como pajarillos temblando
que , aunque la vida pasaba,
seguía creciendo el árbol.