Me nacen arañazos cuando espero
que se llegue tu amor hasta mi orilla.
¡Si fueses tan eterna y tan sencilla
como te sueño, te presiento y quiero…!
Si tú quisieras ser, en mi sendero,
un surco, abierto siempre a mi semilla,
y poner una lumbre sin mancilla
que me prenda y me inflame por entero…
Si fueses, en mi insomnio, una amapola,
en mi silencio, son de caracola,
un ramo de claveles en mis brazos
o lágrimas de plata de una estrella…
Pero niegas tu paz en mi querella
y, en el pecho, me nacen arañazos.