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VALORES
(por Francisco L. Navarro Albert)
 


     Seguramente soy un tipo muy raro porque, después de ver el seguimiento mediático que se ha hecho acerca de la persona y entorno del cantante Michael Jackson con motivo de su fallecimiento, no dejo de preguntarme cómo es posible que todavía no me haya lanzado a la calle con una peluca rizada, pantalones pitillo y una chaqueta estrambótica mientras desgasto las suelas de los zapatos haciendo piruetas, con una mano en la entrepierna y otra intentando alcanzar la bombilla del techo a la vez que lanzo algún que otro alarido más o menos melódico.

     Claro, que tampoco me lancé a la calle tras la muerte de otras personas que fueron famosas por tonterías tales como realizar trasplantes, crear organizaciones humanitarias para mejorar las condiciones sanitarias de algún pueblo o dotar de techo a los que no lo tienen. Aunque, eso sí, debo confesar que en estos casos  algo se me movió por dentro.

     Y es que, seguramente, por algún fallo en el sistema educativo de mi juventud recibí unas enseñanzas muy particulares acerca de unos valores que debían predominar en la forma de actuar, de manera que había que dar a cada cosa, persona o suceso una dimensión adecuada, acorde no con el poder de su fuerza o de su dinero, no con criterios de rentabilidad económica, sino con criterios de rentabilidad social.

     No voy a discutir a quien así lo sienta, las bondades como cantante del fallecido y tampoco soy quien para juzgar su vida, aunque creo que no se me ocurriría nunca sacar a mi hijo por una ventana al vacío cogiéndolo por un pie, sin entrar en otros detalles publicados de los cuales podría deducirse que, si bien tuvo éxito en la canción, su paso por este mundo no transcurrió muy placenteramente.

     Sí resulta chocante que cada día se evaporen como por arte de magia miles y miles de vidas en conflictos de Irak, Afganistán, Angola, etc. Y, simplemente, se convierten en una noticia como las del tiempo. Se comunica lo que hubo ayer, se cuenta lo que pasa  hoy y no se aventura lo de mañana porque parece que todavía queda un poco de…

     O tal vez ya ni eso, después del terrible caso del periodista que organizaba los asesinatos por medio de lacayos para así ser el primer en dar la noticia y ganar audiencia.

     Tal vez yo esté equivocado y todo lo que importa es eso, la audiencia. Creo que en tiempos de los romanos se llamaba “pan y circo”, en épocas mas próximas “flamenco y toros”, hasta que -actualmente- se ha transformado en “fútbol y fichajes”. El caso es entretener al personal con banalidades que le alejen del problema porque: si no hay problema no hay que buscar solución.

     Todo antes que consentir que se estudie, se medite, se haga un seguimiento de hacia dónde vamos, puesto que según parece ya se sabe de dónde venimos. Aunque si hacemos caso a los que dicen que el hombre desciende del mono, y teniendo en cuenta que el mono desciende del árbol, podíamos llegar a la afirmación final de que el hombre bien puede ser un alcornoque, lo cual no está nada desencaminado en más de una ocasión.

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