Soy testigo de todas mis acciones,
de las sendas abiertas por mis pasos,
testigo de mis sueños, de mi sangre,
testigo de mi risa, de mi llanto,
testigo de mis propias esperanzas
y testigo, también, de mis fracasos.
Soy testigo del bien que nunca hice
y testigo del mal que fui sembrando,
testigo soy de mi inquietud absurda
en busca de una paz que nunca hallo,
testigo de mi orgullo y de mi ira,
testigo de mi calma y mi cansancio.
Testigo soy, lo afirmo, doy detalles
al que quiera escucharlos
y me pongo a mí mismo por testigo
de la verdad que brota de mis labios.
¡No puedo renunciar! Soy mi testigo.
Implacable testigo de mis actos.