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EL NACIMIENTO DE LA MEZQUITA DE CÓRDABA(por Kiko Díaz - guía oficial)

     Durante la conquista de la península en el siglo VIII por parte de los musulmanes, estos tenían por costumbre expropiar la mitad de cada iglesia que tenían los pueblos conquistados. Los musulmanes quitaban a los mozárabes la mitad de sus iglesias y las dedicaban al culto musulmán construyendo sus mezquitas. Pero según pasaban los años, cada vez venían más musulmanes a la península. Una de las ciudades que más creció en población fue Córdoba, por lo que la mezquita se quedó pequeña para albergar a todos los fieles. Se reunieron a los mozárabes para pedirles que les vendieran la parte de su templo. Aceptaron a cambio de una importante suma de dinero y se les dio permiso para construir otra iglesia a las afueras de la ciudad. Así fue como en el año 785 comienzan las obras de lo que, pasado el tiempo, se convertiría  en la mayor mezquita de Occidente.

     Por lo tanto, aunque la finalidad era dar cabida a la cada vez mayor población musulmana cordobesa, se ha convertido en uno de los monumentos más importantes mundialmente hablando.

     Pero la leyenda de su construcción es otra…

     Abderramán I dormía tranquilamente en su palacio cordobés cuando tuvo un sueño. Mientras dormía la expresión de su cara iba cambiando. Sonreía y de repente se podía leer en su rostro gestos de espanto. Respiraba a ritmo cada vez más acelerado. En su sueño se le había presentado el demonio y le estaba recordando, como en una película, todas sus luchas, toda la sangre que había derramado para conseguir sus propósitos. Esa sangre se convertía en un mar que le iba cubriendo poco a poco sin poder salir de él. Aparece gente que en lugar de socorrerle se recrea en su sufrimiento e incluso le arrastra al dolor. Le escupen, le golpean y le arrastran hasta la orilla del río donde se encuentra un tronco de madera clavado al suelo. A este tronco lo atan, le clavan los pies y manos, le cortan la cabeza y la pasean por las calles de Córdoba hasta la puerta del palacio.

Mezquita de Cordoba     De repente, en el sueño, una luz cegadora le llega junto a una voz que le dice:

-      Emir-Al-Mumenin, Principe de los creyentes…

     Cuando abre los ojos, ve junto a él un ángel. Quiere levantarse, pero no puede. Los clavos le siguen sujetando. Pero ya no siente dolor, es un bienestar, es un placer lo que le invade junto a la presencia del ángel.

-      Emir, esta es la tierra que te adelanta el cielo para construir el paraíso. Has librado batallas felizmente y se te ha dado un trono con todo su poder y riqueza que ello conlleva. Pero, ¿qué has hecho tú en penitencia por el cielo? ¿qué has hecho tú para el pueblo? Crea una obra digna de la grandeza del cielo, contra la que nada puedan los siglos, que sea maravilla, asombro y orgullo de las generaciones venideras hasta el fin de los tiempos.

     La noche y el sueño avanzaron hasta la llegada de la luz de la mañana que se filtraba entre las celosías de los ventanales en el palacio. El emir se despertó, confundido. El dolor y el aturdimiento siguen presentes en su cuerpo. Se asomó a la ventana sintiendo el frescor matutino en su rostro y extendiendo los brazos exclamó: “El mundo enteró tendrá envidia de la obra que consagraré”.

     Tal vez sea una leyenda, o la historia que escribió un día un poeta. O tal vez no. La mezquita sigue asombrando al mundo y sigue siendo el corazón vivo de una ciudad que un día fue la joya más preciada. Una obra así, no cabe duda, solo pudo ser fruto de un sueño…

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