Veo en el pincel
la amarillenta luz de aquel café,
aires del campo que respiran lienzos y papel,
lámpara de alcohol,
estrella quieta de tu habitación.
“…El cielo con las manos”
dejó de ser una expresión.
Oculto tras el girasol
anida un sueño de impotencia
culpable, fiel a tu dolor
violado por el ángel caído
que vive en el pincel
peinando trigo, desgarrando piel
pintando autorretratos
y así poderse conocer.
Entre tú y yo
sombras de colores nos empujan
a buscar el día.
Levanta y ve
alguien te espera.
Sigue la luz, sigue su estela
escúchale a quien te ama
bajo sus pies arde la llama.
Hijo del color
que en el silencio ahogó su propia voz
señor del mundo en que vivimos tú y yo.