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Manuel Gisbert Orozco

 

TRENCAR L`ENFIT (Romper el empacho)

(por Manuel Gisbert Orozco)


He descubierto un librito escrito por un tal Francés Martínez y Martínez, titulado FOLK-LORE VALENCIÀ y subtitulado “Còses de la meua térra”, publicado en Valencia en el año 1912. Trata de los usos y costumbres, ya vigentes en el siglo diecinueve, de una zona muy querida de la provincia de Alicante como es la Marina, y en concreto la zona de Altea.

     

“L´autor  (advierte que) ni ha fet el depòsit que marca la lley ni´s resserva ningut dret. Cada…. ú que faça lo que li s´antoixe”. Es decir, no es un autor celoso de su copyright, y nos deja copiar lo que nos de la gana.

 

Yo esperaba encontrar más cosas en común con mis recuerdos de la infancia trasmitida por mi abuela, que sí nació y vivió parte de su vida en el siglo XIX. Pero a pesar de que Alcoy solo está separado de Altea por siete leguas, menos en línea recta, solo he logrado encontrar tres cosas en común, aunque posiblemente haya alguna más que desconozco.

  

La primera es una oración que se rezaba a la hora de acostarse y que mi abuela me repetía constantemente, tanto que no tuve más remedio que aprenderla de memoria. Para evitar que se perdiese la incluí en uno de los sainetes que he escrito, “Quina nit la d´aquell dia”, (que a partir de este mes tienen a su disposición en la web de Jubicam) y que dice así:
 

          En el llit em vaig gitar/ set ángels em vaig trobar;/ tres estan als peus,/ quatre al capsal;/ la Vérge al costat/ en diu: Filleta,/ dorm y reposa,/ no tingues pór/ á ninguna mala cosa,/ que si la mala cósa ve,/ yo´t despertaré.

 

         La segunda es una cancioncilla que los niños cantaban antiguamente a los padrinos en los bautizos para sacarles algún dinerillo.

 

         Padrí pollós, ni té un diner ni dos/ si no tiren confitura/ que´s muyga la criatura.

   

        Y por último lo de Trencar l´enfit (romper el empacho) que durante mi infancia sufrí o me beneficié, no sabría decirles exactamente qué, en varias ocasiones. Lo recordaba vagamente y ahora he tenido la oportunidad de rememorarlo.

  

        De pequeño, cada vez que me dolía la barriga o si por cualquier causa tenia una vomitera, mi abuela me acompañaba al piso de arriba de mi casa, donde vivía la Señó Teresa, que tenia “gracia” (que en este caso no es lo mismo que salero) para curar ciertos males: Sacaba un pañuelo mandadero, de esos que habían a cuadritos blancos, grises y negros, y me daba unos de los extremos, que tenia que sujetar  con mis manos en la parte superior de mi ombligo; ella cogía el extremo opuesto de la diagonal del pañuelo y media tres “colzadas” (la distancia entre su codo y el extremo de los dedos de su mano) todo ello rezando unas oraciones que no se entendían y santiguándose cada vez que daba una de esas “colzadas”. Después repetía la operación, pero esta vez lo que sujetaba junto a mi ombligo no era el extremo del pañuelo sino el punto exacto que median las tres “colzadas”. Si Pitágoras no miente, y no suele hacerlo muy a menudo, después de la tercera medida el extremo de sus dedos debían depositarse sobre el mismo ombligo, pues la distancia y el brazo eran los mismos tanto antes como después, pero eso solo ocurría si estabas sano, que no era el caso pues para algo habías ido a medirte.

 

Lo normal es que el pañuelo se le quedase corto y los dedos se depositasen sobre tu garganta (estabas hasta la gola), o sobre la mitad del pecho (estabas hasta el pit) eso ocurría generalmente el segundo día que ibas  y por último, cuando ibas el tercer día, los dedos se depositaban sobre tu ombligo y ya estabas curado.

   

A mí, si he de serles sincero, me daba la impresión que unas veces encogía más el brazo que otras, pero en aquella época no estaba bien visto que los niños hablaran en presencia de las personas mayores. Lo cierto es que a los tres días te curaba el empacho, pero: ¿Qué empacho no esta curado a los tres días?

  

En fin, el que quiera leer el librito, solo tiene que entrar en Archive.org y descargarlo. Lo recomiendo porque lo antedicho solo es una minúscula parte de su preciado contenido.

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