Reencuéntrame las siete de la tarde
y la esquina de luz, donde esperaba
a que llegases tú, y el primer beso
y la primera frase susurrada.
Reencuéntrame la rosa, aquella rosa
que, con temor, deposité en tu falda
y el “cine” aquel donde cogí tu mano
mientras la oscuridad nos amparaba.
Reencuéntrame el “te quiero con locura”
y el “siempre te querré”. Reencuentra cada
caricia sorprendida y temerosa.
(Sabor de fruta ajena y codiciada).
Reencuéntrame la luna y su reflejo
y el eco de tu risa, y tu palabra
para recomenzar nuestro camino
en busca del mañana.