Alegrarás la sombra de mis ojos,
me llenarás de luz mis primaveras,
ahuyentarás mis penas y quimeras,
haciéndole un requiebro a mis enojos.
Yo, campo solitario de rastrojos,
convertida en dorada mies de eras.
Aquí espero, tú vienes cuando quieras,
yo limpio del camino los abrojos.
Si puedo te alzaré sobre mi mano,
aventaré tus penas en el raso,
alejo la cizaña, queda el grano.
Para cuidar el ritmo de tu paso
aunque aún no has llegado, ya te amo;
tú has de ser mía en cualquier caso.