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LUCHA DE CIVILIZACIONES
 
Las noticias de todos los diarios y medios de comunicación nos presentan en las últimas semanas una avalancha de informaciones relativas a las reacciones que se han producido en algunos países de religión musulmana con motivo de la publicación de caricaturas sobre Mahoma que han sido consideradas injuriosas por una parte importante de población de este credo.

Aunque hay, entre los musulmanes, algunas voces que han llamado a la calma, parece que el sentir mayoritario es que Occidente, los occidentales, hemos pretendido hacer escarnio de sus creencias y ofender a Mahoma.

Se olvida, no sé si intencionadamente, la benevolencia con que se acogen en Occidente todo tipo de confesiones religiosas y, concretamente la musulmana, a la que no se impide la apertura de mezquitas ni llevar a cabo sus prácticas religiosas.

Pocas noticias han llegado a mi conocimiento sobre reciprocidad de ellos para con la religión cristiana, por ejemplo.

Evidentemente, no habiendo tomado parte directamente, desconozco el objetivo de quien diseñó, dibujó, publicó o autorizó las imágenes objeto de la trifulca.

No obstante sí creo, como persona perteneciente a otra religión, que no pocas veces se hace mofa de las creencias, como si el sólo hecho de ser creyente supusiera – de por sí – que las personas de uno u otro credo son peores que quien es ateo, agnóstico o, simplemente, ha decidido hacerse su propio dios fundando sus esperanzas en el dinero, un equipo de fútbol o una máquina tragaperras.

Sin embargo, debemos plantearnos también la cuestión de si cuanto se ha hecho lo ha sido con ánimo de injuriar o, simplemente, se trata – como no pocas veces – de ocurrencias sin ningún fin aparte de conseguir, aunque sea caricaturizando lo mas sagrado, que tomemos la vida menos seriamente y -aunque sea por un minuto- olvidar el resto de titulares de los periódicos cuyo contenido suele ser tan frustrante, a base de magnificar tan sólo las malas noticias, que cualquier respiro se agradece.

Evidentemente, no debemos dejar de lado el tema de la libertad de expresión, cuya trascendencia ha sido tan importante para nuestras democracias; sin embargo, como todo lo que significa libertad, sólo alcanza su plenitud cuando no interfiere en la libertad de los demás y, por ello, quizá sería necesario que reimplantáramos en nuestros sistemas educativos la noción del respeto como elemento indispensable en toda relación.

No parece que pueda ser de ayuda, en estos momentos críticos, el hecho denunciado por algunos medios de comunicación y atribuido a Irán, de haber promovido un concurso de caricaturas sobre el holocausto.

Pese a cuanto se ha dicho, nada justifica la violencia hoy, cuando existen medios diplomáticos que permiten, a través de la palabra, plantear toda clase de reivindicaciones.

Cuando se han creado una serie de organismos que permiten a cualquier país del mundo relacionarse con otro a todos los niveles, cuando los medios de comunicación tienen tal alcance que no hay noticia que no pueda ser conocida de inmediato en los confines de la Tierra.

Pero es que, olvidada la palabra, que ha sido relegada por la violencia, parece que sólo puede hacerse presente la razón a base de golpes y muertos.

A veces, cuando ya no podemos soportarlo, surgen voces reclamando la necesidad de adoptar medidas para resolver la situación, olvidando que -precisamente- se ha llegado a ella porque hemos cerrado los ojos antes para no ver cuanto ocurría a nuestro alrededor.

Así, hemos llegado a un punto en que mucho me temo que los esfuerzos que algunos políticos han venido haciendo en busca de una pretendida “alianza de civilizaciones” deban ser reconducidos primero hacia un armisticio en el que, depuestos todos los elementos agresivos tanto de índole armamentística como ideológica se busquen puntos de acuerdo y colaboración, se separen adecuadamente las cuestiones políticas de las religiosas y se hagan extensivos a toda la Humanidad los beneficios de la educación, la investigación, el desarrollo… de manera que se genere una situación de equilibrio que haga posible que las diferencias interculturales desaparezcan.

Pero … eso es también otra utopía.

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