Sé que la tierra cubrirá mi frente
y cubrirá mi huella y mi andadura.
Sé que este afán de vuelos y de altura
ha de acabar irremediablemente.
Que de todo mi fuego, solamente
ha de quedar la gusanera oscura
que recubra de podre mi cintura
royéndome la carne lentamente.
Que mi envoltura, al fin deshabitada
del hálito inmortal que me corona,
pasto será de aquella gusanera.
y… ¡Sé también que el lodo de mi nada
dará ese jugo que, en la tierra, abona
las flores de una nueva primavera!