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POR DECIR ALGO...
(por Antonio Aura Ivorra)


     Si quieres que la inspiración te toque con su varita mágica, procura que te pille trabajando cuando pase; porque si llega y estás pasivo esperándola pasa de largo. La única manera de invitarla a que se quede contigo de buena gana es entreteniéndola trabajando. Y si consigues atraparla, que no es fácil, te cautiva como buena compañera, disfruta contigo con lo que haces y convierte el tiempo en presente. Pasado y futuro no existen. Todo es placentera y consciente abstracción. Lo digo por decir algo de esa musa tan anhelada. Algo cierto, que otros muchos ya han dicho mil veces de mil maneras. Nada nuevo, por tanto.

     Por eso, nosotros los jubilados no podemos permanecer en Babia por el mero hecho de que la gente crea que es ese el lugar que nos corresponde por razón de edad. De renunciar a la búsqueda de inspiración, que es actividad consciente, se nos escaparía el tiempo y la vida miserablemente. La vida activa no solo es la vida laboral; es la vida entera mientras nuestra humanidad -cuerpo y mente- sostenga ese talento para obrar con que se nos ha dotado. Liberados como estamos de nuestras obligaciones profesionales, de dependencias lógicas en torno a las que ha girado nuestra vida hasta este momento, es la hora de reorganizar la manera de vivir adecuando nuestra actividad a nuestro gusto y no al de otros. Todos tuvimos que vender nuestro tiempo con más o menos acierto para subsistir: algunos, que por fortuna supieron y pudieron disfrutar de su entrega, con ocupación satisfactoria además de retribuida construyeron su catedral; en cambio, otros no: aun haciendo lo mismo, estrechos de miras tan solo picaron piedra. Cuestión de actitudes.

     Las paredes, que a veces hablan, dicen, ¡menudo grafiti!, que “La muerte está tan segura de ganarte la partida que te da toda una vida de ventaja”. Así que hay que aprovechar esa ventaja mientras la suerte nos acompañe en el envite, porque da para mucho. Nuestro tiempo sigue siendo productivo ocupándolo con realizaciones que nos colmen, porque además de enriquecernos reafirmando nuestra autoestima, nuestra satisfacción redunda en beneficio de los demás. Cualquier actividad nunca muere en sí misma. Siempre trasciende.

     Es el momento, pues, con independencia de la valoración que desde diferentes puntos de vista, que nos son ajenos, se tenga de nosotros, de vivir siendo nosotros mismos hasta que llegue el ocaso, que sin duda llegará porque es la meta, no un obstáculo como los achaques o duermevelas que vamos sorteando en nuestro camino con más o menos éxito, asumidos como propios de la edad. Hay que aceptarlos. En todo caso, somos nosotros quienes debemos exigirnos satisfacción y bienestar hasta donde alcancemos, aunque se compruebe rechazo social –como si todo el mundo disfrutara de eterna juventud- o transitoriamente precisemos acampar al recorrer el camino. ¿No lo creen así? No es más que ir avanzando en la realización del proyecto, que es vivir.

     La experiencia, que parece reverberar en la sociedad actual, es nuestro tesoro. Se nos llama viejos, se nos llama torpes, caducos, incapaces… y llegamos a creérnoslo (eso es lo malo) olvidando que nuestra riqueza, que es sabiduría forjada en la fragua del vivir, nos inclina -sus dictados así lo sugieren- a no ser acomodadizos, ni subordinados a manipulaciones ajenas. Y de eso se trata: de vivir en libertad y plenitud nuestra vida.

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