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CARTA ABIERTA DE UN CAZADOR
(por Gaspar Llorca Sellés)


Excelentísima Sra. Baronesa, Bruselas. Permítame que un primate español se dirija a su Excelencia, y descargue la bilis, veneno vulgar, al ser uno de los que sus leyes ha herido de gravedad. Y digo grave porque siempre tuve un respeto a las altas jerarquías, respeto y admiración, pero las circunstancias tanto de edad como de ahogo que me ha producido me lleva a intentar hacerle receptora de mis, no sé si infundadas, quejas. Y que cree debe admitir por su alto cargo que ocupa de presidenta del Medio Ambiente de Europa.

  

Pruebe de fumar un cigarrillo -si es que fuma- mientras le echa un vistazo a esta queja y, se lo ruego de verdad, ya que así lo digerirá sin picantes ni salsa alguna, o sea más ameno, que a todo ayuda el humo perverso y cancerígeno que nos legaron los malditos indios.

    

Soy un octogenario que nunca salió de su terruño, sé de Viena, Londres, París y Berlín, por los libros, radio y televisión, (qué le importará quién seas, me digo) y siempre sentí orgullo de España, al igual que del resto de Europa, tanto la vieja como la nueva, aunque encuentro más romanticismo en la antigua: Grecia y Roma. Y voy al asunto: soy cazador de pajaritos, pardillos, jilgueros, verderones, y otros más débiles y pequeños cuyos nombres se los puedo decir en valenciano pero no le veo la razón, que bastantes idiomas tienen ya ustedes en que pelear. La veda se abre en todo el mes de octubre, que es la época que dichos pájaros pasan por estas tierras en su emigración a África para invernar. Nuestra actuación es en el campo, bancal o sierra, donde plantamos las redes y colgamos los reclamos, y en una barraca nos escondemos a la espera de que pasen y sean llevados a dichas redes al ser llamados por los enjaulados. Todo esto le parecerá Sra. Baronesa, una tontería, no se lo discuto, pero a mi no, y perdone. Terminar de prepararlo todo, esconderte en la barraca mirando por la mirilla, el sol asomando por el horizonte y el primer canto de los reclamos y entonces distingues unos de que no son ellos y si pasajeros, enciendes un cigarro, te tragas el humo hasta los pies, Sra. Excma. nunca podrá juzgar esa sensación, no importa cogerlos o que se escapen, ese momento de silencio absoluto en que ni respiras, eso es el cielo, la gloria. Y ahora me vienen ustedes los hijos de Kant y Beethoven a que esa sensación hermana de las que ellos crearon para la humanidad, es pecado. ¡Dios nos coja confesados!

   

Ni toros, ni puros, ni procesiones, ni crucifijos, ni navidades, todo nos lo están arrebatando, no sé por qué se lo digo Excma., quiero que lo sepa y me gustaría su opinión acerca de este pobre hombre que se siente, celta e ibero, español y mediterráneo.

  

Dicen que matamos a los pajaritos, y para evitar la matanza se ha restringido la apertura de la veda, quince días, no salteados sino fechados por la administración; nosotros los cazadores habíamos burlado la orden sacando en cada barraca dos licencias, una para los lunes, martes y miércoles, jueves descanso, y la otra para el viernes, sábado y domingo, pues ¡no señor!, los días los fijarán ellos, de manera que se pierden la mitad de licencias. De matar pajaritos, ¡mentira!, hoy ya no se matan, eso era antes que si no se hacía se quedaba la paella sin carne; pero hoy día toda parada tiene su nevera y su jamón colgando a la a entrada de la misma. Sí, sí se cazan, y al final de la jornada se sueltan, excepto algunos que reservamos para entregarlos en la Asociación para el día de la Suelta.

   

Pido clemencia y piedad y un ruego muy grande para que los usos y costumbres ancestrales sigan manteniendo nuestros halos de nuestra cultura cristiana, que pese a quien pese, es la nuestra y es de bien nacido ser agradecido.

  

Posdata.- He ido a comer a un restaurante invitado por uno de mis hijos. No lo he soñado, lo he visto, en el menú  había una consumición de gambas y cigalas. ¡Qué perfección de naturaleza! ¡Qué trabajo de ingeniería la genoma! Cuando le han arrancado la cabeza a uno de ellos y la han chupado, antes de comérselo, me he levantado corriendo al lavabo ya que mi pobre estómago no lo ha resistido: he visto como le arrancaban la cabeza a un pajarito.

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