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AMANDO AL MAR
(por Gaspar Llorca Sellés)


    Veo el mar y lo miro, lo admito y no pregunto, ni me importa si es despensa de alimento, de oxígeno y origen de vida, miro al mar como un amante, por su grandeza, por su belleza, por su silencio, por permitirme contemplarle, admirarle y por su indiferencia y placidez a que me apasione; él está ahí, y mi ansia de espiritualidad es barca que navega por él sin surco, es todo anchura, hoy libre de olas está plano e inmenso, con horizontes inalcanzables, como amante celoso lo quiero todo para mí, y si me siento poseerlo es porque sé que no es de nadie, ahora, en este momento es mío y de nadie más.

     Si algún barco o una pequeña lancha lo surca,  son colgaduras que le adornan o que se deja hermosear sin perder su profundidad, y con ayuda de la distancia desde donde lo admiro, lo hace todo impersonal, inmaterial, es todo imagen que la mente subraya y saca de la realidad para disfrute propio, sigo mirándolo y me acerco a sus leves y silenciosas ondulaciones, su color azul es más claro, mi vista al aproximarse abarca no su conjunto sino una parte de ella, de la mar, que sigue inmensa, y este pedazo de grandeza que es parte por la poquedad de mi visión, es escudriñada y descubro de nuevo, cada vez es nuevo, nunca es repetido, la  claridad de su esencia, de ese elemento en el que brilla su lecho, y hoy está dormido, su silencio ayuda a limpiar los sinsabores y cotidianos estados de ánimo, te lavas sin mojarte, te bautizas una y otra vez que acudes a él, y te sientes perdonado de vulgaridad y cotidianidad, y notas que sí es posible un edén, un paraíso.

     Sí, todo es imaginación y creación de ansias, de felicidad, de paz, de belleza y de bondad. ¿Todo es imaginación? ¿No existe? Y entonces para qué creemos en ello y lo defendemos y programamos, si es absurdo y ridículo todo esto que algunas neuronas producen, lo habrán aprendido de lecturas y experiencias externas o acaso son genes venidos en parte de antecesores y agrandados en fases contemplativas y de misticismo. No creo que Santa Teresa y San Juan de la Cruz lo heredasen de  sus  procreadores,  puede  que si se pudiese remontar mucho más atrás encontrásemos algo, alguien que lo promovió.

     Con tanta reflexión no venida a cuento, la mar se agita, su color se enciende, su ruido es dispar, cambia de ritmo, siente mi infidelidad y rompe, y se pierde el encanto que tuve la suerte de poseer. Me alejo de la playa, su olor se va diluyendo, el ruido se apaga y ya en la cima agreste vuelve mi conciencia a sentir de nuevo un trombo grato percibiendo de nuevo la primera visión de la amada. ¡Ahí estás! Vuelvo más tarde y siempre volveré a llenar el cántaro de espiritualidad con la que me has ofrecido en este día que la providencia me ha brindado en un martes cualquiera de un  año cualesquiera.

     Ya sereno, pierdo la incondicionalidad, me acecha el desamor, los parpados se humedecen y la visión se enturbia. Me refriego los ojos y la vista se aclara sin apoyo de neurona alguna. Vuelve inmensa, azul y majestuosa, bella y amante, momento que distrae una pequeña embarcación que la surca veloz, dejando tras ella una estela que se borra al momento de nacer. - ¡Me está hablando!, la entiendo, a la mar o el mar; es sabia, incapaz de ofender, sí, ese surco o estela que necesita mucho amor para mantenerse es la misma que mi pasión manifiesta, rodeada de cursilería y ridiculez, que nadie observará ya que es estela que necesita lector para permanecer y ese elemento no lo va a tener.

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