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"MIRENTXU" Y EL PARAISO PERDIDO
(por José M. Quiles Guijarro)

José Miguel Quiles


     El deseo desempeña un papel motor en nuestro vivir. Nadie está exento de deseos, forma parte de nuestro equipaje vital.  Me refiero a ese deseo pequeñito y egocéntrico que se nos presenta como un placer en la vida corriente y que siendo asequible, lo convertimos en una necesidad. Un coche nuevo, la decoración del salón, un viaje…

     Hay veces que el placer es un espejismo y hasta un tormento: cierto conocido mío compró un pequeño chalet muy deteriorado. Aquello podía ser el mágico jardín de sus sueños: Primero arregló la vivienda y el cercado, después el jardín, luego el porche; “Le pondré unos azulejos a la escalinata…” No tardó en sentir la necesidad de tener una piscina y junto a ella lo mejor era instalar una ducha; inmediatamente entendió que detrás de la casa lo más apropiado era poner una barbacoa… recuerdo que una tarde me llevó a una esquina de la parcela y me mostró orgulloso unos pequeños esquejes de los que colgaban unas etiquetas: “¿Ves…? dentro de cuatro años, a comer toda la naranja que queramos…”

     Era admirable la cantidad de sacrificio que era capaz de soportar aquel chico para conseguir aquello. Todo lo hacía “a lo pobre”. Él compraba y transportaba los materiales en su vehículo cada tarde y un obrero le trabajaba en los fines de semana. “Yo arrimo el material y a veces preparo el mortero, solo le pago la jornada…”. Era inasequible al desaliento. Cada objetivo conseguido no era más que una etapa, cada satisfacción el principio de otra tarea.

     Pero si era admirable el sacrificio desplegado para conseguir sus objetivos, más penoso era contemplar la servidumbre que su mente y su cuerpo soportaban por la “tiranía” de sus deseos. Convertía una ilusión en una “necesidad” imperiosa, en una pequeña tortura mental. En el dintel de la portalada, mezclando la vanidad con el sentimentalismo, hizo instalar mi amigo el nombre de su esposa: “MIRENTXU”. “Para que tenga perspectiva desde la carretera…”

     Por una trastada absurda del destino, el matrimonio de aquel chico con Mirentxu vino a hacer aguas; cosas de la vida; espinitas del pasado, egoísmos del presente y dos temperamentos fuertes. Acuerdo de Separación Matrimonial. El juez decidió repartir los bienes y todo se puso a la venta. Entonces hubo dos carteles “MIRENTXU” – “Se Vende”.

     Según parece el estudio del cerebro indica que las zonas cerebrales y los circuitos neuronales que intervienen cuando sentimos una necesidad no son los mismos que cuando simplemente queremos algo. Pero la línea divisoria entre “querer” una cosa y “necesitar” esa  cosa  la  marca  nuestro carácter. La satisfacción  de ciertos deseos es una necesidad hasta el extremo de que nos gustaría liberarnos de él para no sufrir la servidumbre. En cierto modo es una adicción, algo patológico.

     Todos en alguna medida hemos visto brillar el arco iris de la ilusión y nos hemos lanzado a sufrir el chaparrón de agua que lo precede. Y raramente las satisfacciones conseguidas se han acomodado bien al esfuerzo realizado. De eso nos damos cuenta más tarde.

     A veces voy por la carretera y veo muy de lejos, a la derecha, aquellas letras: “Mirentxu”- “Se vende”. ¡La cantidad de sufrimiento estéril que hay enterrado en aquel paraíso perdido...! “Yo les arrimo el material…” decía mi amigo. Y recuerdo un cierto brillo en sus ojos.

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