Toda Mérida recorren
soldados de cresta roja
y en el monte de Minerva
van despojando las ropas.
Olalla como era niña
al cielo le preguntaba:
¿Qué sacrificio le pides
a mi vida tan temprana?
No escuchaban su plegaria
y nadie le respondía,
solo trepidan caballoS
y el fuego que se encendía
Van afilando cuchillos
los garfios resplandecían,
y los senos de la niña
hacia el cielo volarían.
¡Traedme bandeja de plata!
-el cónsul la pediría-
recogeremos los senos,
la sangre se perdería.
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Pura de azahar y azucena
su cuerpo se le quemaba
al gemir la santa niña
el cielo se quebrantaba.
Su sangre brota a raudales
y la piel palidecía
pero el azul de las llamas
como un aura la envolvía.
Ya resuenan las espadas
fuego de metal bruñido,
y su sangre derramada
clama al cielo en un quejido.
Caballos de largas crines
montan soldados de Roma,
martirizan a la niña
y en el cielo la coronan.
Sus manos libres del cuerpo
por el suelo rodarían,
se unen como una plegaria
y Dios la bendeciría.
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Olalla muerta se queda
en el aire algodonado
y sube radiante el alma
dejando el cuerpo quemado.
Ángeles y querubines
le entregan la santa palma
¡Es mártir la virgen niña!
En el cielo la proclaman…
Con el correr de los siglos
su sacrificio florece,
de milagros se engalana
bendecida en cielo y tierra
y en Sotana venerada.
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