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ERES ALGUIEN, YA PUEDES SER NADIE

(por Matías Mengual)

Matías Mengual


Mientras creas que el tiempo pasa, no habrás aprendido la verdad. Con ello, Dogen, el gran maestro zen del siglo XIII, nos quiso decir que nosotros no estamos realmente separados del tiempo: Nuestro ser y el tiempo son una y la misma cosa, son lo único que tenemos. Por tanto, abrazar el momento presente es más importante que el miedo a su desaparición. El psicólogo Mark Epstein, en su libro “Contra el Yo”, combina la meditación budista con la psicoterapia de occidente en busca del desapego y, así, en lugar de adquirir una dudosa autoestima, consigue el desenmascaramiento del ego.

 

Cuando un niño emprende una nueva tarea, busca en los ojos de su madre la aprobación necesaria para seguir adelante y, del mismo modo, la autoestima y la seguridad en uno mismo dependen estrechamente del grado en que nos sintamos contemplados. Es por ello que, cuando este proceso es inadecuado, el niño se siente vacío ya que, para descubrir su propia realidad, el yo vacío necesita mantener una relación real con una persona real.

 

Del extracto del libro “La Verdad Última” que he visto en Internet, sólo me atrevo a aportar que la vacuidad no es la nada, sino la carencia de existencia inherente. Y me excuso, porque de la muy amplia explicación que también podría entresacar, sólo añado que “el objeto de negación es refutable” y, en consecuencia, tendríamos que probarnos que “dicho objeto de negación en realidad no existe”.

 

El niño polariza las experiencias de lo “completamente bueno” y lo “completamente malo” y es incapaz de comprender que la madre que satisface su hambre es la misma persona que no le consuela cuando llora. Pero, en el caso de que se manejen adecuadamente la frustración y la angustia del niño, llegará un momento en que éste terminará comprendiendo que la madre nutricia y la madre frustrante son la misma persona. Sólo así el niño adquiere la capacidad de relacionarse con personas “reales”.

 

En opinión de Winnicott, la tarea de la madre no debe limitarse a satisfacer las necesidades físicas de su bebé y a reafirmarlo de forma adecuada, sino que también debe aprender a dejarlo a solas. Dejarlo a solas significa permitirle tener sus propias experiencias, tanto cuando está solo como cuando es alimentado, bañado o sostenido en brazos por sus padres. El niño debe ser, en suma, capaz de explorar y aventurarse en nuevos territorios externos e internos. Esta libertad para explorar mientras se siente protegido por la segura red que proporciona la presencia afectuosa de los padres es, precisamente, lo que posibilita el desarrollo de la capacidad de estar solo.

 

La persona que se siente vacía también tiene miedo al vacío. Ese miedo al vacío es un indicio de la fragilidad del vínculo existente con los padres. Sólo cuando dejemos de luchar contra nuestro vacío personal, comenzaremos a apreciar la posibilidad de transformarlo, porque eliminarlo es imposible. La solución definitiva de nuestras dificultades reside en nuestro interior porque sólo adentrándonos en el fondo de nuestro vacío, podremos llegar a sentirnos renovadamente plenos.

 

Uno debe ser alguien antes de poder ser nadie.

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