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DESARROLLO SOCIAL SOSTENIBLE
(por Francisco L. Navarro Albert)


            Los rápidos avances tecnológicos que, además, suponen un gran salto cualitativo con respecto a la situación inmediatamente anterior, a menudo no son aceptados por sectores de población que se sienten absolutamente desbordados e incapaces de asimilar todas las innovaciones y la información que los suele acompañar. Esto, que podríamos llamar “exceso de información” viene a producir efectos casi tan perjudiciales como su defecto. Podríamos compararlo como la situación que se da en una partida de dominó, cuando uno de los jugadores, pese a tener cinco fichas de la misma serie, pierde al producirse lo que se ha dado en llamar “exceso de juego”. En la vida diaria este problema se produce en todos los ámbitos, no sólo en el de la ciencia y tecnología. Se agrava, aún más, cuando la información viene aderezada por la intervención del criterio personal del comunicador, convirtiéndose de este modo en una opinión que dificulta la adopción de una postura objetiva por parte del perceptor, quien se convierte en mero comparsa de aquél.  
 

            Asistimos hoy -muchos con verdadera preocupación- a situaciones habituales de desarraigo social de jóvenes (y no tan jóvenes), cuya consecuencia puede verse reflejada en actos vandálicos o de otra índole. Son personas incapaces de abandonar el “nido” familiar porque viven en una especie de limbo, a menudo no realizan ningún trabajo y el único destello, aparente al menos, de inteligencia se reduce a manejar hábilmente el teclado de iPod, móvil, o cualquiera de estos artilugios, sin que las características de estos aparatos parezcan inducirles a otra cosa que sea su uso indiscriminado, sin la menor curiosidad por su tecnología.
 

            ¿Por qué no hay curiosidad, deseos de formación? No se puede negar que para tener conocimiento de las cosas es preciso dedicarles tiempo. No lo es menos, por otra parte, que el conocimiento puede facilitarnos el reconducir nuestro modo de actuar o ver lo que nos rodea con otra perspectiva, de manera que lo que antes pudiera aparecer como insalvable pasa a ser un problema y no hay problema que no tenga solución, si se le dedica el esfuerzo necesario.
 

            Se achaca a la juventud su pasividad, su escaso interés, la falta de perspectivas de futuro. ¿Son culpables de adoptar estas actitudes? Rotundamente NO. Quienes les hemos precedido disponíamos de la oportunidad de entrenarles adecuadamente y no lo hemos hecho. Pretendiendo evitarles el inevitable paso por una vida llena de dificultades, en lugar de mostrarles el modo de superarlas les hemos rodeado de algodones para que no tropezaran. El resultado ha sido su desconocimiento de la realidad. Queriendo evitarles carencias económicas les hemos entrenado en el consumismo feroz. Queremos que participen en la vida de la sociedad, pero para ello es imprescindible enseñarles que sin aceptación de responsabilidades no se pueden exigir derechos. Así las cosas, encerrados en una especie de espiral hermética a la que no encuentran salida, lo más fácil es que se sientan -como mínimo- frustrados.
  

            Todos hemos sido jóvenes en algún momento de nuestra vida. Nuestro modo de actuar ha sido el reflejo de cuanto hemos visto alrededor. La influencia de la familia, la escuela, amigos… ha sido, lo que nos ha llevado a esta actualidad. Habría que empezar a cambiar, a sacar del baúl de los recuerdos aquellos valores tradicionales que nos sirvieron para avanzar. Habría que recuperar el sentido vocacional de la profesión, que no tiene por qué estar reñido con una buena remuneración; habría que poner de manifiesto que ciertas actitudes y comportamientos son el reflejo de la decadencia de un sistema social y económico en el que la ética y la moral ya no figuran en el diccionario de términos de uso corriente.
 

            La playa está compuesta de millones y millones de minúsculos granos de arena, cada uno de los cuales nada representa, pero que en su conjunto son capaces de rodear el mar y contenerlo. ¿Carecemos, acaso, del coraje necesario para hacer lo mismo y, sintiéndonos cada uno parte de un todo, aunar esfuerzos para cambiar?
 

            Cada uno tiene su respuesta.

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