Ni antes ni después. Sólo presente. Los años pasaron y aquí estoy, en la vida, con la memoria que queda. El futuro va llegando y el mañana podría convertirse en pájaro o viento. El pasado se queda con todo lo que fue. Y siempre hay que estar preparado para el presente. Hay que empezar a librarse del tiempo, ese enemigo inseparable de la humanidad a quien se suele culpar de yerros que uno comete. Nos hace viejos la vida. Esa vida que nos prestan, laberintos de preguntas, respuestas y sorpresas.

     Inventamos y creamos cosas para destruir la felicidad, la ilusión, la esperanza… y nos agarramos a la vida. Todo lo alcanzamos y lo disfrutamos con luz. No quiero que nadie me hable de la razón: yo pregunto ¿al principio de los tiempos, qué fue de la razón? Sólo las palabras tienen su misión que cumplir en nuestras historias.

     Dicen que existen en el mundo pozos de sabiduría y pozos de ignorancia, pero hay que buscarlos para beber o rechazar sus aguas. Yo nunca creí en el poder de la muerte sobre el ser. Mi alma está por descubrir. Pido libertad para ella porque creo firmemente que existe, tal vez en algún rincón de mi mente. Sabemos que nadie es igual a otro. Yo soy mi vida y seré mi muerte.