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A corazon abierto
(por Demetrio Mallebrera Verdú)
UN PEPINO EN LA MANO FUE EL MEJOR MENSAJE
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Al principio del verano una revista semanal tuvo el detalle de dedicar unas páginas, escasitas, a los eurodiputados, esos políticos que rompen los esquemas de los cuatro años de vigencia tras su elección porque a ellos se les elige cada cinco, y esta puede ser probablemente una razón más para que no los conozcamos mucho. ¡Y eso que son la tira de hombres y mujeres combativos, o sea más políticos que los de a pie en cada país, que están más limitados! Sin embargo, pasan por sus manos muchas de las leyes que rigen en común a la Unión Europea; es más, son los que nos abruman con tanta norma y directiva que sacan adelante, no sin sus correspondientes debates, claro, porque deben de ser los que más tiempo dedican a sus labores que, al no ser genéricas sino concretas, y en cierto modo especializadas, son capaces de debatir hasta llegar al átomo de las cosas de su competencia, si bien ellos se quejan de tener escasísimo tiempo para hacer sus ponencias y defender sus opiniones, con turnos que en los plenos van desde un minuto para los pequeños grupos parlamentarios, dos que supongo serán para los medianos y cinco para los grandes. Se nos mostraron cuatro ejemplos con temas candentes y muy interesantes, como etiquetas en los alimentos, control de los “bonus” en los banqueros, lucha contra los derechos de autor y temas institucionales. Hoy nos quedaremos con uno, el último, por ser el menos conocido, ser de un español y resultarnos el más simpático.
La defensa a ultranza de las etiquetas entendibles, grandes y obligatorias, de los elementos que llevan los alimentos y que se pondrán en los envases, lo explicó una ingeniera agrónoma, alemana y empollona (no sé si estas dos cosas son lo mismo), que lleva en el Parlamento 12 años y ya conocíamos la cuestión que sabemos que está ralentizada en demasía. La retirada, que no la prohibición si se entienden como incentivos, de los “bonus” en los banqueros, es una lucha que no avanza ni siquiera en estos tiempos en los que se cuestiona todo lo que hacen los bancos, aunque sí que ha conseguido ciertas limitaciones en un sector muy presionado; asunto que domina una británica que está allí desde hace 17 años. El asunto de los derechos de autor y las manipulaciones de habilidosos con internet es desempeño que lleva un sueco y se lo han endosado en su primera legislatura, pero no es un desconocedor de tan delicado tema porque fue cocinero antes que fraile, que en este caso se traduce en haber sido empresario durante 20 años de su propios conocimientos especializados en ser programador informático. Se muestra defensor del internet libre y la racionalización de los derechos de autor, aunque en este negocio se ha encontrado más “lobbies” de los que esperaba.
El de temas institucionales es un eurodiputado español en su primera legislatura que lo primero que ha hecho es decir que, en tiempos de ahorro, hay que ahorrar. ¿A santo de qué el Parlamento europeo, con las excusas que tenga, lo componen tres sedes, una en Bruselas, otra en Luxemburgo y otra en Estrasburgo? Es profesor en Derecho y aboga por reducir en gastos en el funcionamiento de la institución. Casi su inauguración en tribuna, cuando sólo tenía un minuto para hablar por ser de un grupo minoritario, no necesitó ni palabras. Se puso ante el atril con un pepino en la mano con la idea de romper una lanza a favor de los productos españoles en esos momentos cruciales de injusto desprestigio ante los frutos agrícolas hispanos. No sabemos si dijo alguna palabra, ni tampoco cuál fue la reacción de la sala. Pero, según sus propias palabras, fue la mejor manera de lanzar un mensaje. Dos horas después estaba en las televisiones de todo el mundo. Ahora ya ha intervenido en unas 20 ocasiones y uno de sus discursos llegó a los cuatro minutos, dice satisfecho, cuando antes creía que no lo haría jamás ante una asamblea de más de 730 diputados.