Se nos pasa la vida
como un enorme juego
sobre un tablero de ajedrez.
Así me encontré envuelta,
queriendo o sin querer,
en la extraña partida
con pruebas imposibles
y compañeros de juego
a veces imprevisibles…
Y cada vez más lejos
se quedaba mi infancia
y yo seguía envuelta en la partida.
Y pensé que algún tiempo
que me tocó vivir
debía de ser mío,
respirar a mi ritmo
y soñar libremente
y volar y querer…
Y no amar a destiempo
¡mi tiempo ha de ser mío!
Al menos lo pensé.