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Los platos (rotos) de la CAM

Toni Gil ____________________

 

 

 

 

Las Cajas de Ahorros fueron pioneras en España de articular acciones de promoción de captación de depósitos con incentivos; a los típicos sorteos sucedieron otras fórmulas más directas en las que fue tanta creatividad puesta al servicio de este objetivo y tanta la respuesta de los clientes que hubo momentos que hasta el comercio se sublevaba por haber convertido las oficinas en tiendas de electrodomésticos.

     La administración central intentó poner coto a este tipo de promociones articulando fiscalmente los “regalos” como interés en especie; e incluso alguna de las periféricas llegó a prácticamente prohibirlo.

     Pero en los albores de este mercado persa de las vajillas y las cuberterías –algunos empresarios se pusieron las botas vendiendo a las entidades financieras- tuvieron gran protagonismo los incentivos más sencillos, aquellos que se entregaban por realizar una mínima imposición, sin plazo mínimo de mantenimiento. En aquellos albores en la Caja de Alicante y Murcia tuvo un peculiar éxito la edición de platos conmemorativos.

     Mi flaca memoria no me ayuda demasiado, y no recuerdo cual fue el primero: si el de la Santa Faz de Alicante (1981) o el de la cúpula del santuario de la Fuensanta de Murcia. Ambos fueron diseñados por Eduardo Palenzuela, aunque el segundo, partiendo del original de Pedro Flores. En el caso del murciano, se hizo con ocasión del 55 aniversario de la creación de la Caja Murciano-Albacetense lo que la data correspondería a 1979, pero no lo puedo asegurar con exactitud. Los platos se venden ahora por internet, más o menos a 30 euros, cantidad equivalente a las 5.000 pesetas que se pedían como ingreso, aunque en la práctica a los buenos clientes se les regalaba en premio a su fidelidad.

     A estos dos primeros platos siguieron los de Elche (con el dibujo del Calendura), Valencia (inauguración de las primeras oficinas), Orihuela (inauguración de las nuevas instalaciones), Cartagena, Lorca, Novelda, Crevillente y Jumilla (también por las nuevas sedes) y algunos más; espero que en el archivo histórico se conserve al menos un ejemplar de cada uno de ellos.

     Al evocar aquellas promociones no puedo sino recordar a alguien que tuvo especial protagonismo, y que se dedicó en cuerpo y alma a ellas: José Picó. Desde el inicio de cada proyecto (presupuesto, gestión con el proveedor, recepción en almacén, distribución…), Pepe se curraba la faena más allá del horario, más allá de sus responsabilidades.

     Especialmente se volcó aquel jueves de abril en el que los primeros mil platos de la Santa Faz se vendieron en la romería a beneficio del Monasterio. Conocedor de medio Alicante no pasó por el stand que montamos un solo conocido que no apoquinara las mil pesetas que se pedían por la loza.

     Y este ejemplo –entre otros muchos, de muchos otros colegas- de dedicación, de esfuerzo, es un tremendo contraste, un enorme contrapunto, a otras actuaciones más recientes, en la mente de todos, mucho menos generosas, con manos tan trémulas que hasta los platos se les han caído, si no es que los han tirado por la ventana. El caso es que los han roto.

                                                          Eppur si muove
 
 
En 1978 el Banco de Bilbao lanzó en España la Tarjeta Visa; fue la primera entidad que lo hizo en nuestro país, y para comercializarla lanzó a todos sus jubilados a venderla entre clientes, familiares y amigos. Confió en la credibilidad de los eméritos para introducir este desconocido y nuevo producto. Los jubilados y prejubilados de CAM aun gozan, pese a quien pese, de cierto respeto en los círculos sociales en los que se mueven, en los pueblos y barrios en los que residen. Desaprovechar su predisposición es una auténtica perdida de oportunidad. Hay quien los cree que están parados.   

Y, sin embargo, se mueven.


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