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______________________________ Crónicas viajeras |
Sevilla, 20 años después
Crónica apócrifa del cuarto grupo viajero
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Toni Gil ____________________ |
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En 1992, la CAM de nuestros desvelos realizó una promoción de ahorro bastante original, y no porque tuviera yo un papel protagonista: era que el equipo de Imagen y Comunicación lo conformábamos una nómina de inquietos y creativos profesionales. Fue un sorteo vinculado a boletos sorpresa que contenían regalos conmemorativos de la Expo de Sevilla. Para ese viaje se trajo un barco ruso, el Astra, recién restaurado, que realizó en el mes de junio tres desplazamientos –uno desde Valencia, otro desde Alicante y el tercero desde Cartagena- hasta el Guadalquivir, donde amarró a un tiro de piedra del puente de Triana. Cada viaje era de una semana (dos días de ida, dos de vuelta, y tres para visitar la isla de la Cartuja y sus pabellones).
Esta historia la he evocado mientras el cuarto grupo viajero a Sevilla hacíamos un viajecito por el rio la tarde del martes 20 de noviembre, después de haber visitado el Real Alcázar de la mano de un joven guía que se resistía a llamar al rey Carlos I (primero) como V (quinto), ya que antes lo era como español que como alemán (ingenuidad que podríamos ligar a circunstancias actuales de índole económico). Han sido tres días de intensa actividad, conviviendo con la actualidad de una ciudad que vibra, incluso polemiza. Un ejemplo: “La Obra Social de La Caixa ha anunciado que la entidad abandona el proyecto de rehabilitar el espacio de 7.000 metros del astillero medieval y se decanta por la Torre Pelli, propiedad de CaixaBank, entidad financiera resultante tras la integración con Banca Cívica”. Una torre que excede en altura a una norma hasta ahora prendida en la sabiduría popular: nada puede haber más alto que la Giralda.
Los catalanes –escribo antes de las elecciones- parecen haberse adueñado de los ahorros del resto de los españoles y en las oficinas de Cajasol ya puede verse la “estrella” que los diseñadores del estudio Landor de San Francisco extrajeron de un trabajo de Miró y propusieron como icono de la Caixa. Mientras llegamos la lluvia que otros grupos han padecido va despareciendo y Sevilla nos acoge luminosa, sus bares repletos de tapas y manzanilla, y la gente bullendo en las terrazas. Para más inri, un Sevilla-Betis agudiza el ingenio antes y después en todos los corros.
Recorremos desde el parque de María Luisa al barrio de Santa Cruz, visitamos la Catedral, nos desplazamos a Carmona, nos detenemos en su conjunto arqueológico, y en nuestro tiempo libre, mientras unos optan por la casa de Pilatos, visitan el barrio de Triana, buscan el palacio de la duquesa de Alba o realizan compras para los nietos. Entre un lugar y otro, aquí con un viejo colega, aquí con un nuevo amigo, se desgranan comentarios, sucedidos y ¡es inevitable! se habla de CAM y de sus vicisitudes. Y algunos se tropiezan con una pequeña placa en el acceso al museo de la Macarena, un liviano vestigio de lo que, si no recuerdo mal, costó un millón de euros a nuestra Obra Social, una merced de un vicepresidente generoso con el dinero ajeno.
Empero, los momentos gratos, la fraternal convivencia, los nuevos contactos, todo ello bien ha valido volver a Sevilla veinte años después.